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La verdad sobre el agua
Mariano Rajoy es un hombre de palabra, trufado todo él por la seriedad y el compromiso: «Nunca engañaré a nadie y no prometeré lo que no pueda cumplir», dijo en su debate de investidura como presidente del Gobierno el lunes en la sede de la Carrera de San Jerónimo. Pues bien, dicho y hecho. A lo largo de la precampaña electoral y siempre que ha tenido oportunidad de hacerlo, Rajoy confirmó lo que venía siendo el mayor secreto a voces conocido por todos los españoles en materia de agua, que no es otro que el de apoyar a lo largo de esta legislatura una política hidrológica que sigue siendo la misma que ha defendido ahora y desde hace mucho años. La misma quiere decir eso, exactamente la misma. Y lo ha dicho por activa y por pasiva, de cara a la galería, pero también intramuros, para que nadie de los suyos malinterpretará sus palabras. Rajoy ha hablado siempre del agua como un bien común de todos los españoles cuya competencia debía recaer con carácter de exclusividad plena en el gobierno de la nación. También ha defendido siempre que en España hay agua para todos más que suficiente y que, en tal caso, debería aplicarse al principio de solidaridad entre cuencas porque todos los españoles estamos en el mismo proyecto. El lunes y ante las preguntas de los representantes de la Xunta Aragonesista, contestó eso mismo que ha defendido desde su primer día en la política. No ha engañado a nadie. Y ahora promete la unidad de cuenca, es decir, que el agua no es de los territorios por donde pasa, pero que son estos los que tienen el primer derecho de uso, porque los sobrantes son de todos los que tienen necesidad de ese bien común. También defendió la necesidad de llevar agua de donde sobra a donde falta, y sin citar los trasvases, que alguien explique cómo se puede llevar el agua de donde sobra a donde falta si no es mediante éstos. El PSOE tiró con pólvora de rey en la campaña electoral y ha malgastado su munición.
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