San Fernando

Los niños en el sendero de la misión

La Iglesia española celebra hoy la Jornada de la Infancia Misionera

Los niños en el sendero de la misión
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MADRID- «A pesar de las dificultades y la miseria que entraña crecer en una favela, viven alegres y conformes con lo que tienen y saben agradecer lo poco que se les da. Diría incluso que son niños más felices que los españoles. El niño español no se sacia con cualquier cosa». Así describe María Jesús Hernando, superiora general de las Hermanas de los Santos Ángeles Custodios, la brecha social que separa a unos menores y a otros, unas diferencias que la Iglesia trata de romper a través de la Jornada de la Infancia Misionera que se celebra hoy en nuestro país.

Bajo el lema «Con los niños de América... Hablamos de Jesús», esta campaña de las Obras Misionales Pontificias busca este año concienciar a los niños españoles de las necesidades y carencias de este continente, desde la Patagonia hasta Alaska pasando por Haití, para suscitar en ellos la necesidad de compartir como lo hacen los misioneros que entregan allí sus vidas. «En la ciudad argentina de San Fernando, trabajamos en lo que antes se conocía como el barrio de la puñalada, que ahora es el barrio del tiro y de la droga», explica Hernando sobre los retos cotidianos de estas misioneras «que han sacado adelante a muchos jóvenes que estaban anclados en una situación de marginalidad y que, sin embargo, han llegado a dar el salto a los estudios superiores».

«Empecé mi misión en Congo en un campo de refugiados. Allí la mitad de la población son niños y ves cosas tan impactantes como el hecho de que madres se prostituyan para darles de comer», recuerda el padre blanco Manu Osa, que tiene grabada la escena de «un niño de 14 años empuñando un fusil. Es muy difícil que se reintegren y superen aquello, sobre todo teniendo en cuenta que han tenido que disparar o incluso violar a personas cercanas a su entorno. La mejor manera de afrontar estas situaciones es integrarles como un niño normal proporcionándoles formación, pero sobre todo, permitiéndoles que hablen a corazón abierto de sus inquietudes».

Las guerras causan «desintegración familiar, problemas de higiene, de acceso al agua, de vivienda» y les deja «sin futuro». De hecho, según ha precisado, en la capital, Kinshasa, unos 50.000 niños viven en la calle y son víctimas de «la violencia, la droga y la delincuencia, sin recibir ninguna atención social». Esta cifra se suma a los más de 120.000 niños soldado que son enrolados en milicias en África Subsahariana.

Estas realidades son las que la Iglesia trata, no sólo de denunciar, sino sobre todo, cambiar. Esa fue precisamente parte de la misión de Osa durante su estancia en la capital congoleña, donde trabajaba en una casa de acogida «que era más que un orfanato. Formamos una familia en una casa abierta en la que no había muros».

Precisamente, para concienciar de la necesidad de ayuda en los territorios de misión, Obras Misionales Pontificias celebra cada cuarto domingo de enero la Jornada de Infancia Misionera que busca hacer conscientes a los niños españoles de las dificultades y necesidades de los menores de los cinco continentes y que este año se centra en el continente americano, representado por el color rojo que refleja «el fuego del amor de Dios».


«La lengua es la primera barrera»
El padre Manu Osa reconoce que uno de los principales retos para ayudar a los niños de la República Democrática del Congo es el idioma. «A veces resulta difícil ahondar en los asuntos que les preocupan porque se expresan con más facilidad en su lengua materna». A ello hay que unir «el máximo respeto por la religión que profesen».

«A veces sufren abusos de su familia»
María Jesús Hernando, que trabaja junto a su congregación en América Latina donde atienden en hogares a niñas sin familia o con dificultades, ha destacado que todas las jóvenes a las que acogen están «en situación de riesgo» y en su mayoría son chicas que han sido «dañadas» o que han sufrido abusos, a veces, por parte de sus propios familiares.