Caso Faisán
Una banda mafiosa sin jefe por Alfonso Merlos
Estamos ante lo inverosímil. Ante lo que no tiene apariencia de verdadero. Ante lo que no es creíble porque su cariz linda, directamente, con la falsedad. El juez Ruz pretende convencernos de lo imposible: de que no hubo un autor intelectual que determinase cuándo, cómo, dónde y, en definitiva, bajo qué coordenadas específicas se decidía vilmente a ayudar y no cazar a los integrantes de una miserable banda de verdugos.
Así que ni hubo político alguno en el Ministerio del Interior que planificase, ejecutase y controlase tan miserable operación ni hubo director de la Policía que diese luz verde a tan bastarda y envilecida trama. ¿Alguien puede aceptar esta versión fallida y sorda de uno de los capítulos de corrupción y traición más negros de nuestra joven democracia? ¿Alguien que crea en la diligencia, en la proactividad, en la búsqueda sin desmayo de indicios y pruebas puede interiorizar la idea de que el socialista García Hidalgo, uno de los hacedores de la negociación con ETA, estaba fuera de juego en la execrable jugada del soplo? ¿En qué mundo vivimos?
El hecho cierto es que, en los términos judiciales planteados, este mayúsculo escándalo deriva hacia derroteros inconsistentes e irrelevantes.
Porque lo turbio, lo histórico, lo sucio del episodio no puede tener un desenlace sobre el que se arroje agua. Colaborar con una organización criminal y revelar secretos que afectan al núcleo de la seguridad del Estado es una infamia que sólo puede perpetrar un núcleo de delincuentes asociados de forma claramente mafiosa. Y en todo grupo estructurado de malhechores, tenga o no origen siciliano, manda un jefe. ¿En éste no?
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