Fórmula 1
Se acabó
Se acabó, o casi. Ya hemos rematado agosto, ya estamos poniendo a punto el motor para arrancar de nuevo, ya no hay posados playeros, ni besos robados, ni frases improcedentes. Ya queda atrás el sabor a sal, los baños interminables, el bronce en la piel, los ligues de verano, el exceso de copas y también de comida, ya la ciudad nos devora de nuevo, o casi. Ya toca comenzar el año. Sí, el año comienza en septiembre, aunque oficialmente sea en enero. El año comienza cuando el mecanismo de la normalidad se impone y vuelve la rutina. A la vuelta de la esquina nos esperan las hojas pardas, las tardes frescas y los días cortos, cada vez más cortos. Pero esto no es un homenaje al pesimismo, todo lo contrario. Si para algo sirven las vacaciones es para poner en práctica al regreso todo lo que hemos imaginado en este mes yermo: los proyectos, los buenos propósitos, hasta la lucha por la supervivencia y la ilusión de alcanzar lo que nunca llegará a nuestras manos, ¿quién sabe si a lo mejor sí? Todavía nos quedan calores que soportar mientras el trabajo se vuelve a amontonar sobre nuestra mesa, porque, en realidad, no la dejamos del todo limpia cuando nos fuimos; al fin y al cabo la ausencia de papeles ni da la felicidad ni tampoco es propia de alguien que los maneja de forma constante: un desorden controlado debe ser, probablemente, la fórmula correcta. Hemos sobrevivido a las vacaciones, lo cual no es fácil, y volvemos con el buen propósito de tener en la mano realidades, no sólo ideas. ¡Que Dios reparta suerte!
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