Barcelona
Ese (otro) oscuro objeto de deseo
A veces la Historia ata cabos a través de los siglos. Jean-Jacques Annaud lo sabe bien, pues delante de sus narices, a pocos kilómetros del set de rodaje de su última película en el desierto de Túnez, estallaba la Primavera Árabe. Justo cuando intentaba contar la historia del «Oro negro», la que ha dado riqueza a los dictadores de tantos países islámicos y que en el último siglo ha llevado al límite el pulso entre las tendencias más aperturistas y las más conservadoras y apegadas a la tradición.
Progreso o infieles
«Nos sentimos muy seguros en todo momento –cuenta el realizador francés–. La gente nos protegió. A pesar de lo que estaba pasando no permitieron que nada nos sucediera. No existía ningún resentimiento hacia Occidente. La Primavera Árabe no me ha sorprendido; de hecho, no sé por qué no ha ocurrido antes, porque he viajado mucho a los países árabes y puedes notar que hay algo que simplemente no funciona». En la película, ambientada en algún lugar de Arabia a comienzos del siglo XX, el emir de una tribu y el sultán de otra, enemistadas ancestralmente, vuelven a entrar en guerra cuando un americano desciende de su avión y dice la palabra mágica: petróleo. Donde uno ve carreteras y escuelas (y avaricia), el otro ve la mano impía de los infieles. Sobre el presente de las sociedades islámicas, el director de «Oro negro» opina que «no se puede cambiar una forma de vida o de pensamiento mayoritario en una generación. A nosotros nos ha llevado un camino desde la Edad Media. Existe una base económica en eso. En Túnez, que ha sido un país abierto desde hace mucho tiempo, la economía fue directamente secuestrada, y lo condujo a la rabia y al extremismo. Las mujeres son libres y los hombres no quieren el radicalismo, aunque está empezando a surgir», asegura, y advierte que el proceso en paralelo es el extremismo en Europa: «Donde allí hay fundamentalismo, aquí tenemos intolerancia. Y les culpamos de nuestras crisis».
Antonio Banderas interpreta al emir Hobeika, el seducido por los cantos de sirena de las prospecciones. Su personaje desencadena la acción (muy lograda) y la guerra de tribus, que recuerda a «Lawrence de Arabia». «Banderas es increíble. Me reuní con él en un hotel de Barcelona y se tocaba el brazo mientras aseguraba que por sus venas corre sangre árabe. Que su abuela lo era ... Es energía pura. Con él no hay que pedirle, hay que contenerle. Y es increíble lo leído que es. Es culto y me sorprendió el conocimiento de la realidad y su entendimiento de todo lo que concierne a la geopolítica».
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