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Póquer de malos arbitrajes por Julián GARCÍA CANDAU

La Razón
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La historia de la selección española de fútbol, poco afortunada en la disputa de los campeonatos mundiales, tiene un capítulo dedicado a las desgracias padecidas con árbitros comprados, ciegos o estúpidos.El primero fue el suizo Mercet, quien siguió al pie de la letra las instrucciones del Duce. En Brasil, en el 86, fue el australiano Bambridge quien no quiso ver el golazo que marcó Míchel a Brasil. No fue mejor con el húngaro Sandor Phul. Miró hacia otro lado cuando Tassotti le par- tió la nariz a Luis Enrique en los cuartos de final de Estados Unidos 1994. Faltaba un cuarto para el póquer de ases arbitral en los Mundiales. Llegó con el egipcio Gamal Al Gandhour (Mundial de Corea-Japón, 2002), quien hizo lo posible para que los visibles sudores de José Antonio Camacho quedaran sólo en objeto de lavandería.Brasil se impuso a Alemania en la final (2-0) y España se quedó nuevamente en el camino. Fue primera en su grupo por delante de Paraguay, Suráfrica y Eslovenia. Ganó los tres partidos de la primera fase a tres rivales muy inferiores. En octavos de final, con Irlanda, se empató a un tanto y tras la prórroga se venció en los penaltis por 3-2 gracias a Casillas. La gran oportunidad llegó contra Corea el Sur, uno de los anfitriones. El partido acabó con empate a cero porque lo quiso el árbitro de turno. Anuló un gol a Baraja, otro a Morientes, que habría sido el de oro, y por tanto, el final del partido, y hubo que llegar a los penaltis. Con anterioridad cortó dos ocasiones de gol en fueras de juego más que discutibles. En la tanda definitiva ganaron los coreanos. Marcaron los cinco tiros de gracia y la selección española, únicamente tres.La actuación del árbitro fue determinante, aunque también podría pensarse que la selección no dio el tono adecuado durante el torneo. Físicamente fue superada.

Julián GARCÍA CANDAU