«Reality»: Mirada basura

Se ha hablado mucho de comedia de costumbres, de denuncia all'italiana de la post-televisión marca Berlusconi, de revisión antirromántica de «El jeque blanco», pero «Reality» funciona mejor como fantasía paranoica a la Polanski. El pescadero napolitano que, seducido por la posibilidad de ingresar en «Gran Hermano», pierde amor, trabajo y sentido común por el camino, es el chivo expiatorio de una fábula que pretende poner contra las cuerdas la fama efímera vomitada por la telebasura. Es un tema recurrente en el cine italiano: empezando por «Buenas noches, señoras y señores», pasando por los «Ladrones de anuncios» de Nichetti y acabando por «Ginger y Fred» de Fellini, siempre ha sido una excusa para desnudar la vulgaridad ontológica de una sociedad exhibicionista.

Es la paradoja de la telerrealidad: para alguien al que le gusta ser objeto de la mirada de los otros, no serlo, o serlo en una eterna promesa aplazada, significa entrar en el reino de las tinieblas. Luciano se siente observado, vigilado, pero lo suyo es manía persecutoria, la tragedia de un hombre ridículo. Cierto es que Garrone no acaba de explotar esta faceta, y a veces, da la impresión que no sabe qué película quiere hacer, pero cuando apuesta por ella, esboza una visión de la sociedad del hiperespectáculo que hace temblar.