Jaén
En un país de fábula por Carlos Abella
La flauta mágica del socialismo de Zapatero ha convertido a España, en poco más de siete años, en un país de fábula. Como en la canción de la famosa zarzuela, tan drástico ha sido el mísero flautista, con sus engañosos trinos, que volando sin rumbo, nos ha dejado un país que no es el nuestro, un paisaje borroso y un paisanaje confuso, confundido por lo que se le prometió y por lo que no se le dió.
De poco sirve a estas alturas que el flautista mágico Zapatero, nos venga al final a cantar también las amarguras de su corazón y a decirnos que siente en su alma los cinco millones de parados y los jóvenes sin futuro que ha dejado tras su desnortado y caprichoso gobierno. De poco sirven tampoco sus apresuradas rectificaciones impuestas y repentinas medidas de última hora dictadas por Europa y los mercados. El mal ya estaba hecho, y para mucho tiempo.
Pero lo peor para este país de fábula en que ha convertido a esa engañada España en que se fabricaban derechos sin cuento, y las más de las veces sin fondos, y donde nunca se anotaban los correspondientes deberes, es que ha dejado anonadados a una gran parte de españoles, incrédulos de que se haya podido acabar la fábula y tengan que enfrentarse con una dura realidad.
Y ante esos españoles anonadados se presenta el candidato socialista, el coautor de la música del famoso flautista, y cobijado además bajo los viejos truenos de otro conocido y fracasado mago, les viene a decir a esos españoles anonadados que en realidad lo que quieren es más de lo mismo. Y les ofrece las mismas viejas recetas. Y la canción sigue.
A España, ese país de fábula, se le promete ahora convertirla en el país de Jauja, embaucándola de nuevo y prometiéndole que todo puede seguir igual y que Europa admitirá una «quita y espera» de la factura de la deuda por ellos creada. Y es triste saber que aún habrá muchos españoles que piquen de nuevo y arriesguen su futuro y el de sus hijos por no querer ver ni entender lo que nos han dejado tantos prestidigitadores metidos a políticos.
España no necesita flautistas que la embauquen de nuevo, ni viejos y malhumorados magos ya fracasados en su tiempo, ni astutos químicos de la política que recompongan en sus alambiques las mismas recetas que tan mal le han sentado al país.
La crisis en la que nos ha metido Zapatero, su vicepresidente y sus ministros, los cinco millones de parados, no permite nuevos experimentos por los mismos fracasados artífices.
España necesita programas ya ensayados y rumbos seguros como los que ofrece Rajoy, no fórmulas y repentinas ocurrencias en cada mitin y menos de arengas llamando al miedo, como viene haciendo el candidato socialista. Frente a la chistera, de la que ya no pueden salir mas conejos, necesitamos la certeza del sentido común, que como decía Huxley es, según se ve, el menos común de los sentidos.
En esa tierra mágica, en ese país de fábula en que el socialismo de Zapatero y Rubalcaba han convertido a España, se ha convencido a muchos que el trabajo bien hecho no era necesario, que el absentismo era un derecho laboral, que la mediocridad en la enseñanza era el parangón de la igualdad, que el despilfarro es una inversión productiva, que la multiplicación de funciones en la Administración es inteligente medida de incrementar los empleos, que la fragmentación de mercados es producto de la imaginación creadora de las autonomías, que las prestaciones sanitarias no tienen por qué ser las mismas en Tarragona que en Jaén, que «al que Dios se la dé San Pedro se la bendiga», y ,en resumen, un país donde la cucaña es el fin y el esfuerzo es ignorado.
Como así no podemos seguir, y tenemos bien patente el ejemplo de Grecia, de nada valdrá que los «indignados», a los que se trata de acercar el candidato socialista, ni los llamados «agentes sociales» muestren todos juntos su disconformidad con los previsibles resultados de las urnas y se lancen a la calle, multipliquen las huelgas y llenen de pancartas el país.
Sólo una mayoría, no sólo suficiente sino abrumadora para Rajoy en las próximas elecciones mostrará a Europa y a los mercados que España quiere recomponerse, ponerse las pilas, coger el toro por los cuernos y ponernos todos a trabajar para sacar de una vez al país de la fábula y meterlo en la realidad.
Lo demás son cuentos de inexpertos flautistas, redomados magos y astutos alquimistas.
Carlos Abella
Embajador de España
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