Italia

La ruina de Valverde

La Razón
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La Unión Ciclista Internacional, alias UCI o «El corti- jo de Pat McQuaid», supone que Alejandro Valverde ha tomado de todo y no le da ni agua ni árnica. Entiendo que el CONI, que en Italia es como en España el CSD y el COE juntos, persiga a uno de los presuntos implicados en la «operación Puerto» para castigarle como a Basso, uno de los suyos, y que los alemanes se enciendan de ira al ver al murciano copar podios después de la purga que administraron a Jan Ullrich, primero ídolo y después estigma. Lo que cuesta más trabajo comprender es la saña, el encarnizamiento, al aplicar la sanción. Prima la venganza. Represalia porque en 2005 España tenía un candidato español a la presidencia de la UCI y jugó sus cartas, como McQuaid y sus poderosos aliados. Desquite porque la Justicia española se armó un lío considerable con la maldita «operación» y porque no sabía cómo hincar el diente a Valverde, que desafió a los prebostes del ciclismo mundial con los tribunales, donde continúa instalado. La UCI, a imagen y semejanza de la FIFA, sin ir más lejos, no admite réplica y actúa con mano de hierro, según contra quién. Sobre las denuncias de Landis, quien después de admitir su afición al dopaje denunció que Armstrong compró a la UCI –100.000 euros tienen la culpa– para ocultar un positivo, nada, locura transitoria, quizá, y a poner el cazo. Cobra cuatro millones de euros a las ciudades que organizan un Mundial y admite donativos en especie. Parásitos. A Valverde, además de retirarle la licencia dos años, que son casi cuatro, le va a cobrar el 70 por ciento (1.800.000 euros) de su ficha anual si reaparece en 2012. Más medio millón de costas judiciales y gastos de abogados. Más el expolio de los triunfos de 2010. Si en España rectifica hasta la DGT, ¿no lo hará la UCI? No.