El «aquelarre» etarra
Creyeron a ETA
Nos dicen que no debemos creer a ETA. Todos a coro. Ahora que hemos descubierto las entrañas de una negociación infame. Pero fueron ellos quienes primero la creyeron. Para ser exactos: los únicos que la creyeron cuando no había motivos. Creyeron que había llegado el momento en el que la organización terrorista aceptaría la paz definitiva. Creyeron en su buena voluntad para abandonar su pasado de crimen, extorsión y terror. Y tanto lo creyeron que retorcieron el Estado de Derecho, engañaron a los españoles y se humillaron ante sus interlocutores encapuchados cada vez que se irritaban. Porque Zapatero creía en la palabra de ETA colocó a Rubalcaba en Interior «para blindar el proceso». Porque creía en su generosa disposición se destituyó a Fungairiño, héroe de la lucha antiterrorista, como fiscal jefe de la Audiencia Nacional. Porque creía que su «ansia infinita de paz» sería correspondida se ordenó a la Policía, la Guardia Civil y la Ertzaina que dejaran de detener terroristas. Y aunque las cartas de extorsión seguían llegando a los empresarios, Zapatero y su Gobierno creían y creían a ETA: «Sabiendo que se pide dinero, decimos que no consta. Si el problema es el dinero, siempre se podrá arreglar por medio de una organización internacional». Y no bastó el atentado de la T-4 para que dejaran de creer en ella. Volvieron a sentarse con los terroristas, ofrecieron la liberación de presos con delitos de sangre y les dejaron este mensaje: «Que el Gobierno salga reforzado en las elecciones es imprescindible para implementar el proceso». A ver quién insulta ahora a Mayor Oreja por explicar que «Zapatero necesita a ETA y ETA necesita a Zapatero».
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