Pontevedra

El trabajo de Rajoy

La Razón
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En tiempos más duros que éstos, cuando los pobres se disputaban los rayos del sol y los limpiabotas malvendían a sus hermanos, Rossellini dijo que el alma de la sociedad era la ley pero que el alma de la comunidad era el amor. Entonces, más allá de la legislación sobre cartillas de racionamiento, había una oración para cada esperanza: al calor de vecindario se le llamaba comunidad. En esta España crepuscular, la mayor nota de urbanidad es abstenerse de felicitar el 2011 y pasar directamente a brindar buenas venturas para 2012. Así que fuera del tejido humano, del viejo pan de los pobres, apenas nos queda abrazar a la desabrida legalidad vigente y confiar en los astros para que el próximo gobernante nos saque del hoyo.

No es que se espere el nacimiento de Simba, hijo de Mufasa, para elevarlo a Rey León. La cosa no está para Walt Disney. El nuevo presidente viene andando, según las encuestas que saben más que los hechiceros de la tribu, desde Pontevedra. Es Mariano Rajoy, al que, ante la cercanía del poder, las faltas se le tornan virtudes: al «lasser faire, lasser passer» de antaño le han llamado determinación para sofocar la algarada asturiana. Él mismo ha repetido que por encima del imperio de la ley no hay nada. La herencia de ZP tampoco le dejará mucho por debajo, ni siquiera la comunidad de la que hablaba Rossellini. Su tarea será más que los trabajos de Hércules. Salud y suerte.