Actualidad
El Rayo que no renueva por Julián Redondo
Movilla, José María, no entiende que el Rayo no haya ofrecido la renovación a Sandoval, José Ramón. Ni tampoco a él; en su caso, quizás le hiere el orgullo porque es consciente del trabajo bien hecho, de su impagable contribución. No es casual que ambos formen parte del milagro vallecano. Ni debe de serlo que Martín Presa, Raúl, el presidente, atribuya gran parte del éxito a Miñambres, Felipe. Mérito tiene el secretario técnico, que ha hecho la plantilla por cero euros, o casi; pero en la escritura de la letra le ha ayudado el entrenador –sirva de ejemplo el fichaje de Michu, Miguel Pérez Cuesta, obra del míster–, que es quien termina componiendo la música. No fue casualidad que Movilla tuviera diferencias económicas con la superioridad directiva, ni lo es que, pese a su excelente temporada, no le hayan llamado todavía al despacho, de ahí que escuche ofertas –un respiro para el club, deduzco–. La confianza del presidente en el secretario técnico es ciega. Miñambres trabaja bien, es la sensación, y en la sombra, sin asomar. No tiene protagonismo. Sandoval, en cambio, sale en los periódicos todas las semanas, una o dos veces por los menos, y aparece en las teles y en las radios. Es un héroe, el héroe, corazón del «volkán Vallekas», lengua de lava que se ha llevado por delante el recuerdo de los Ruiz Mateos –creo, no obstante, que con Doña Teresa no se ha hecho justicia–, epicentro de la envidia de quienes por unas causas o por otras no salen en la foto, con lo que jode. Y la envidia, eso que definió Napoleón como una declaración de inferioridad, también es muy mala.
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