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Ella no va convocada

La Razón
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Quizá los telediarios comparten gorilas con los templos nocturnos del ocio: sólo dejan pasar a dar las noticias de las tres a las que garantizan que, con un par de parpadeos, levantan la torre de Pisa. Del ramillete de bellezas que hacen que la sopa se quede fría, Carbonero pecha con llevar en el neceser el alma de Casillas, distraído guardián de la gloria colectiva. Se sabe que el amor es al tiempo alfajor y tósigo: Lisístrata acabó con la guerra propagando una huelga de celo entre las mujeres de los militares y Sara está ante el juez de la hinchada con cargos de «mantis religiosa». Como diría un castizo: ¡A ver en qué quedamos! Hay hembras voraces, pero ninguna que después de comerse el corazón siga con las manos y los guantes de un internacional.

En palabras de Lennon, la mujer es el negro de la Historia, la que soporta todas las culpas del mundo. Ahora una de ellas puede perder un mundial sin ir ni de suplente. Si el portero nacional está perdidamente enamorado, que recite a Pablo Neruda desde la grada («Todo en ti fue naufragio») y que en su lugar pongan a otro. Y este otro que presente, además de varios quinquenios de blocajes, un matrimonio consolidado, de los que se saben de memoria el uno al otro y no una absurda, palpitante y necesaria pasión de veinteañero millonario. Mejor eso, porque si no Del Bosque, además de las alineaciones, tendrá que dedicarse al celestineo.