Crisis en el PSOE
Expectantes por María José Navarro
Dentro de una semana, los socialistas ya tendrán a su nuevo secretario o secretaria general. La cosa, la verdad, es que está entretenidilla. La última vez (seguro que lo recuerdan) el partido se decantó por Zapatero por un puñadico de votos, y eso que el favorito era Bono, favorito entre otras cosas por ese vicio suyo de abrir la boca antes de tiempo. Ésta, lejos de parecerse a aquel escenario, lo que nos ofrece son dos candidatos muy igualados que de momento hacen la cuenta la vieja para calcular sus opciones. Los dos han pertenecido al gobierno de Zapatero (aunque ellos traten de que la fecha sea mucho más lejana de lo que en realidad es y del desgaste que llevan a todo lo alto a pesar del disimulo) y se conocen de sobra. Así que lo que nos encontramos es a un perro viejo que salta en la mano y que ha estado en todos los fregaos, y a una mujer que usa su género (tal y como comprobamos ayer en Madrid) para convencer a los militantes de los beneficios de su proyecto. A servidora, que es cualquier cosa menos analista política (seguro que ya han notado que lo mío es la tontuna), le llaman la atención tres cosas de todo este proceso. Una: la valentía de Felipe González al volver a darle su apoyo a uno de los candidatos. Como falle, sería la tercera vez. Dos: la sensación de que este congreso cerrará en falso la herida porque las ventanas no se han abierto del todo. Madina, hijo, a qué esperas. Y tres: el aburridísimo ventajismo del PP con este panorama enfrente. Que sea para bien, no vayamos a cargarnos para largo eso tan necesario en democracia que se llama oposición.
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