Francia
Vuelve el nihilismo
Los vándalos de Reino Unido no son revolucionarios ni reformistas, no reivindican nada y ni siquiera son parejos al resto de «indignados» europeos: saquean los supermercados pero también las tiendas de marca, roban los electrodomésticos por docenas para venderlos y queman los edificios por placer. Esta tropa no habrá leído a Cioran –el filósofo rumano, profeta del nihilismo del siglo XX que preconizaba el suicidio como recurso moral–, pero lo parece. Hay racismo pero a la inversa, contra una raza blanca que les acoge y les recluye en guetos, y ésta tropa Ni-Ni, que ni estudia, ni trabaja, desprecia una formación y rechaza un tajo. Son explosiones cíclicas como las anteriores en el cinturón de París y altamente contagiosas porque las redes sociales lo que mejor globalizan es la paranoia. En el culto y robotizado Japón los adolescentes se citan un fin de semana para suicidarse arrojándose de las manos a las vías del metro con determinación y alegría. Cameron es algo simplista atribuyendo al fracaso familiar la violencia irracional de esta turba. Como en Francia son inmigrantes de segunda generación, nacidos en el país y con el idioma aprendido, que siguen sin integrarse en la sociedad que asimiló a sus padres. Cameron, tonante, no va a meterlos a todos en la cárcel, incluyendo a los menores. El desempleo juvenil en Gran Bretaña es la mitad que en España y no justifica el despertar de la horda. Todo espacio vacío tiende a llenarse, y si no lo ocupas con valores lo inunda el pesimista nihilismo de Cioran. Lo escribía Albert Camus: «El hombre nace, sufre y muere». Si sólo hay eso, te vas a quemar Harrods.
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