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Diferencias del 25% en la grasa de los quesos frescos
Las versiones «light» no deben superar el 10 por ciento de grasa y son aptas en dietas de control de peso. Los untables duplican en la categoría de saturada al de Burgos o Villalón, pero poseen más cantidad de calcio, y los quesitos, habituales entre los niños, tienen demasiadas calorías
Cada vez tienen más presencia en la dieta diaria y el consumidor los puede degustar en varios formatos. Los quesos frescos como el de Burgos, Villalón, los clásicos quesitos en porciones o para untar, se han posicionado como un alimento de primer orden capaz de adaptarse a las necesidades y gustos de cada persona. Aunque a simple vista es posible pensar que, por su color blanco y aspecto insípido, su ingesta puede no resultar demasiado atractiva cuentan con un valor nutricional nada despreciable.
Para Estefanía Valero Cases, diplomada en Nutrición y licenciada en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, «el de Burgos y de Villalón se caracterizan por su alto contenido en agua y sus ingredientes principales son la leche, el cuajo y la sal. Respecto al de untar y quesitos, son quesos fundidos que se elaboran con leche junto con nata o mantequilla y una o varias variedades de queso. La principal diferencia entre ambos tipos reside en el contenido en materia grasa, que es el motivo por el que los de untar tienen un gran aporte calórico debido su alto contenido graso».
PARA TODOS
Los untables, por ejemplo, «poseen el doble de grasas que los frescos y su riqueza en calcio es inversa a su carga energética, es decir, a menos contenido acuoso más calcio. Así, los frescos tipo Burgos o Villalón, caracterizados por una mayor cantidad de agua, tienen la mitad de grasas así como de calorías, pero también de calcio», sostiene el doctor Vicente Orós Espinosa, miembro del Grupo de Nutrición de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen).
Con el objetivo de adaptarse a las necesidades de los consumidores, es posible encontrar estas variedades de queso en formato «light», bajo en grasa o desnatado. A este respecto, Valero explica que «los ‘‘light'' deben contener menos del 10 por ciento en materia grasa; para que se consideren desnatados y semidesnatados entre el 10 y 25 por ciento, mientras que los quesos de untar convencionales presentan hasta el 35 por ciento de materia grasa. Un alto porcentaje de materia grasa en este tipo de quesos viene marcado por grasas saturadas, perjudiciales para la salud, por lo que es más aconsejable para consumo diario un queso fresco a ser posible desnatado».
El bajo aporte calórico de las versiones Burgos y Villalón ha hecho que estén presentes en todas las dietas de control de peso, pero siempre es mejor, en estos casos, según Valero, «optar por las versiones ‘‘light'' frente a las convencionales, ya que la única diferencia es su contenido en grasa, mientras que el resto de nutrientes en ambas versiones se mantiene estable».
El aspecto untuoso de los quesitos y la facilidad a la hora de comerlos los ha convertido en uno de los alimentos preferidos por los más pequeños de la casa. Sin embargo, Orós advierte de que «son una buena fuente de calcio, pero no hay que olvidar su riqueza en calorías y grasas». Una opinión que comparte Valero quien añade que, «su consumo debe ser ocasional. Si los quesitos son ‘'light'' y contienen un bajo porcentaje en grasas saturadas, su ingesta puede ser más gradual, pero sin abusar. Esto no quiere decir que deban tomar todos los productos desnatados, ya que la leche es aconsejable tomarla entera por lo menos hasta los tres años de edad, para un adecuado desarrollo y crecimiento. La diferencia radica en el tipo de grasa, ya que en los quesitos el contenido en grasas saturadas es mucho mayor que en la leche».
Pese a su carácter saludable, estos productos también presentan contraindicaciones. En el caso de los quesitos o de untar, «deben limitar su toma aquellas personas que sigan un control dietético o tengan problemas cardiovasculares. Sin embargo, sí pueden consumir el de Burgos o Villalón en las versiones desnatadas y bajas en sal», concluye Valero.
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