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La amoralidad de lo lícito por José Clemente

La Razón
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Non omne quod licet honestum est (No todo lo que es lícito es honrado), con este aforismo del «Digesto» se resume parte del descontento ciudadano con el llamado «tercer poder» o «poder judicial», en clara referencia al contenido de determinadas sentencias que dan la impresión de inclinarse más por el reo que no por las víctimas de sus delitos, cuando no las actuaciones de algunos fiscales y magistrados «estrella» que, o bien se toman la Justicia por su mano, o instruyen a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado sobre ciertas actuaciones que llevan impreso el sesgo partidista y roza, como en el caso del juez Baltasar Garzón, el delito de prevaricación prohibido para todo funcionario público. Como bien saben, el «Digesto» o «Pandectas» fue publicado durante el mandato de Justiniano y constituye el monumento jurídico más grande de todos los tiempos (especialmente para el Derecho Romano), y es la base actual de las modernas legislaciones, sobre todo las referidas al ordenamiento penal y civil. No todo lo lícito es moralmente defendible, como tampoco lo son determinadas actuaciones que, amparándose en la letra del legislador, permiten que ciudadanos honrados acaben sus días entre grilletes. Maltratar a la esposa en un país donde no existe legislación «ad hoc» no es delictivo, pero es reprobable desde todo punto de vista moral. La sentencia dictada ayer por la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia sobre el «caso Tótem» no incumple ningún artículo de nuestro Código Penal, pero son muchas las personas que se preguntan por qué un delito de corrupción tan grave como el perpetrado por el ex alcalde de Totana debe quedar impune. A renglón seguido es obligado formularse esa otra pregunta del por qué, y por cuanto menos, otros están condenados y encarcelados. Nuestro Código Penal admite el pacto, previo reconocimiento del delito, para minimizar las condenas, pero hizo bien Valcárcel al desprenderse a tiempo de esa pesada losa, aunque otro tratamiento deberá ser el del también ex alcalde de Totana, José Andreo, que éste sí sufrió la llamada «pena del telediario» por algo todavía por demostrar. Lo veremos. Pero no deja de ser amoral que unos fiscales y unos políticos corruptos queden como si nada por haber mediado entre ellos el pacto. Un pacto que conlleva que los fiscales obtengan una pírrica victoria en sus investigaciones y posteriores acusaciones, al tiempo que permite a los corruptos irse de rositas y como si nada por la puerta grande. Los ladrones de gallinas no cuentan con las mismas oportunidades, entre muchas otras cosas porque no tienen una camisa de «cuello blanco» que les realce el porte, como a los juzgadores se lo hacen las «puñetas» en la manga o el bordado del cuello, también en blanco. Pero esto no es como el non olet (no huele) de Vespasiano cuando se refería al dinero que sacaba de los impuestos sobre los urinarios públicos.