Andalucía
El país de la subvención
Es un problema de chip. En este país se impone un cambio drástico en la forma de pensar y gobernar. De seguir como vamos, caeremos seguro por el agujero hacia el abismo. Hay que acostumbrar a los ciudadanos a tener iniciativas y a emprender, a pensar por sí mismos y a reivindicar un puesto de trabajo, no un subsidio o una subvención. Tiene razón el mesurado Duran Lleida, una vez más, cuando dice que España es un país demasiado subvencionado, y que se impone un cambio de hábitos impulsado desde el Gobierno. Duran se refiere al PER, subsidio agrario con el que se beneficia al campo andaluz y extremeño desde hace ya más de treinta años. Si hablamos de recortar prebendas, de congelar pensiones y rebajar el sueldo a los funcionarios, no tiene mucho sentido que a partir ahora para cobrar el PER se exija sólo haber echado 20 peonadas, en vez de las 35 de rigor. Es decir, que Zapatero pretende pagar lo mismo por menos trabajo, algo incomprensible salvo que la razón de fondo sea electoral: mantener el voto cautivo gracias al que el PSOE gana todas las elecciones en Andalucía desde tiempo inmemorial.Lo del PER es el ejemplo más claro de la cultura del subsidio en la que nos hemos instalado, aunque no el único. Aquí está subvencionado el cine malo y el teatro mediocre, la literatura basura escrita en euskera, catalán o gallego, las organizaciones culturales exóticas, los clubes gastronómicos. Damos subvenciones a los partidos y a los sindicatos, a las fundaciones de los partidos y de los sindicatos, a las organizaciones de gays y lesbianas, a los foros de divorciados. Damos dinero sin parar a la ayuda al desarrollo y la memoria histórica, folletos sobre la igualdad, cursos sobre la masturbación y cientos de variopintos pesebres, informes inútiles y publicaciones que van directamente a la basura. Se nos van los euros a chorros en planes identitarios absurdos de la Generalitat y en asesorías inútiles del Gobierno central, sin contar con los centenares de empresas públicas autonómicas que no han ganado nunca un duro y siguen ahí, con sus cargos, coches oficiales y secretarias, instalados en el derroche más absoluto, recibiendo subvenciones de todo tipo y sin necesidad alguna de buscar el equilibrio presupuestario.Ciertamente este país nuestro es insostenible. Hay que cambiar la cultura de la subvención por la cultura del trabajo. Nadie debería cobrar por no trabajar, salvo en los casos de desempleo. El PER pudo tener algún sentido en un primer momento, para ayudar al desarrollo de Andalucía y Extremadura, pero no puede ser eterno. El PSOE ha tenido más de 30 años para cambiar el modo de producción en estas dos regiones. No lo ha hecho, y lo único que nos ofrece hoy, tres décadas después, es una rebaja en los requisitos exigidos para cobrar los subsidios por las famosas peonadas. O sea, un estrepitoso fracaso de gestión que pone de manifiesto lo necesario de un cambio estructural en nuestro país que acabe de una vez con la cultura de la subvención e imponga para siempre la cultura del trabajo. Como sucede en los países serios del centro y el norte de Europa. Por ejemplo.
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