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Hazme cosquillitas por Paloma PEDRERO

Hazme cosquillitas, por Paloma PEDRERO
Hazme cosquillitas, por Paloma PEDREROlarazon

He visto en la tele que han abierto centros donde ofrecen hacerte cosquillitas a buen precio. No decían cuánto, pero seguro que los de renta baja y media no irán a cosquillearse a menudo. El gabinete era como de masaje, la cosquilleadora vestía impoluta bata blanca; la clienta, una rubia mechada de cuerpo agradable, disfrutaba tumbada en la camilla de los recorridos de dos plumitas de ave que la experta en cosquillas viajaba por su cuerpo. Después venían las manos, siempre más gozosas, acariciando suavemente la piel de la rubia. Trabajo mucho, decía la clienta, y esto es lo que me regalo, una hora para mí. ¿Una hora de qué?, me pregunto. De placer, claro. Desde siempre las mujeres hemos disfrutado como locas con las cosquillas suaves en los brazos, en las piernas, en el vientre. Cuando yo era niña lo practicaba con mis primas siempre que nos dejaban dormir juntas. Era parte de la inmensidad de la noche. Ese principio largo en el que, a la vez que nos cantábamos, nos hacíamos cosquillitas a cambio de cosquillitas. Primero una, luego la otra. Mi hija también me las pide todavía. Es una táctica infalible para relajarse y conciliar un sueño más tierno. Sin embargo, fíjense a dónde hemos llegado en estos mundos sin dios: a tener que pagar porque te hagan algo que todos sabemos hacer. Cosquillas suaves te las puede hacer tu pareja, tu hijo, tu madre, tu amiga… No hacen falta másters para pasar los dedos en círculos calmos por la espalda de alguien. Sólo hace falta querer hacerlo, tener unos minutos para regalar, ser capaz de pedirlo, no tener miedo a parecer raro. Todos necesitamos caricias para crecer. Los bebés sin ellas mueren. Los adultos también podemos llegar a morir por dentro. Se puede vivir sin sexo, sí, pero no sin caricias. Hay tanta gente sin ellas que los avispados han visto el negocio. Aunque no sé, no sé si prosperará. Porque esas cosquillas pagadas nos podrán relajar, incluso dormir, pero nunca nos darán el amor que buscamos. Ése que siempre es gratis.