Brasil
Gigantes empresariales
España puede presumir con razón y argumentos de algunas de las más boyantes y emprendedoras empresas del mundo. Un buen puñado de ellas figura en posición destacada en la lista Fortune de las más relevantes del planeta. Sus equipos directivos y sus empleados han levantado, sostenido e impulsado auténticos gigantes capaces de afrontar con éxito operaciones de excepcional dimensión.
Operaciones como la alianza de Repsol con la compañía china Sinopec en Brasil para crear una de las mayores energéticas privadas de Iberoamérica, con un valor de 13.016 millones de euros, y en la que la española mantendrá el 60% del capital social de la compañía y la mayor petrolera china, el 40%. Además de poner en valor el éxito de la actividad exploratoria de Repsol en Brasil, ahora cuantificada en 7.816 millones de euros, la transacción permitirá a la compañía afrontar inversiones necesarias para el desarrollo de sus activos en aquel país. Estamos, sin duda, ante un proyecto estratégico que fortalece y dinamiza la importante presencia de Repsol en una economía emergente como la brasileña, y que ayer mismo fue recibido con una subida en bolsa de Sacyr, principal accionista de la petrolera.
Sería injusto no ponderar como merece el brillante trabajo de Antonio Brufau en la dirección de una empresa, que ha dado un gran salto adelante bajo su Presidencia. De su capacidad, seriedad y rigor han brotado equipos y directrices que han situado a Repsol en la posición de privilegio que ocupa en la actualidad.
El acuerdo de Brasil supone también un paradigma de la implantación de nuestras multinacionales en los mercados más competitivos y los de más proyección. Compañías como Banco Santander, Telefónica, la propia Repsol YPF, el BBVA, Iberdrola, Cepsa, ACS, Mapfre, Gas Natural Fenosa, FCC o Acciona, entre otras, son referentes mundiales. Sus balances expresan en números las cualidades y capacidades de una dirección rigurosa, pero también reflejan su aportación al progreso de sociedades en desarrollo, necesitadas de inversión y dinamismo empresarial. Lo cierto es que las multinacionales de nuestro país son auténticas máquinas de generar empleo, con más de un millón de puestos de trabajo en el planeta, lo que da idea de la espectacular labor social que existe además detrás de sus actividades. Nuestros gigantes estimulan las economías de los países donde están radicadas y es un hecho que son creadoras de riqueza y de prosperidad en regiones necesitadas.
A diferencia de demasiados gobiernos, estas empresas han sabido adaptarse al escenario negativo de una de las mayores crisis de la economía mundial que se recuerdan. Gracias a esa capacidad, han mantenido beneficios y han salvado las retribuciones a sus accionistas, que en su mayor parte son cientos de miles de pequeños inversores, pero también se han preservado los proyectos en países que, de otro modo, habrían sufrido más los embates de la recesión.
Compañías como la presidida por Antonio Brufau son un capital insustituible de la marca España, embajadores de excepción de un país que necesita generar confianza y crédito internacionales.
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