Conciliación

Tontos y tontas

La Razón
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Se veía venir. Gracias al alarde de sinceridad protagonizado hace cinco meses por la ministra Pajín, todos sabemos que ella hace las cosas como le sale de los cojones, algo que, amén de ordinario, constituye una contradicción meramente biológica. Supongo que alguien se lo explicaría aunque fuera en dos tardes, el tiempo que tardaron en explicarle a Zapatero la economía y juzguen ustedes el resultado. Lo que que están tardando bastante en explicarle es que existe un libro de obligada lectura escolar y universitaria (claro que para eso hay que ir) que se llama Constitución en el que se regula por Ley derechos y obligaciones. Entre ellos, el que nos reconoce a todos iguales ante la Ley, sin discriminaciones «por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social». Pero se ve que no lo ha leído, éste tampoco. De haberlo hecho, sabría que lleva tiempo trabajando en algo que ya existe, el Artículo14 de la Constitución. Pero hay algo más grave: la obsesión inconstitucional de Pajín, como en su día de Aído, por cargarse la presunción de inocencia que les debe parecer un absurdo democrático. Y es que según esta nueva ley, a partir de ahora hay que demostrar la inocencia, no la culpabilidad. La ignorancia es muy atrevida, pero cuando se es ministra, ese analfabetismo puede salirnos muy caro a los ciudadanos. Cuando para alguien la igualdad es que haya igual número de tontos que de tontas y no buscar el mayor número de personas capacitadas para desempeñar un trabajo de manera satisfactoria, es que algo chirría. De ser así, se hubieran evitado ciertos nombramientos ministeriales y la Constitución no estaría a punto de inmolarse por ignorancia ajena.