Feria de Málaga

Oreja con revolcón y espadazo

- Las Ventas. 14ª de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de las ganaderías de Núñez del Cuvillo, buenos 2º y 3º, manejables 1º y 6º y uno para rejones de Luis Terrón. Lleno en los tendidos. - Joao Moura hijo, rejón trasero, pinchazo, rejón (silencio).- Curro Díaz, de corinto y oro, pinchazo, estocada (silencio); media, tres descabellos, el último lo dio Perera al resultar herido (silencio).- Miguel Ángel Perera, de canela y oro, buena estocada (oreja); media (silencio).- Alejandro Talavante, de azul marino y oro, estocada algo trasera, descabello (saludos); casi entera (palmas).- Parte médico de Díaz, herido por asta entre primer y segundo dedo de la mano izquierda, probable lesión tendinosa. Pronóstico reservado.

Miguel Ángel Perera, en el arrimón que se pegó después de ser cogido por su primero
Miguel Ángel Perera, en el arrimón que se pegó después de ser cogido por su primerolarazon

La feria va de milagro. En todos los sentidos. De uno en otro y tiro porque me toca. Si el día anterior fue Castella el que se salvó, ayer reproducimos imagen, la viva de la cogida, con Miguel Ángel Perera. Fue en un natural al segundo de la tarde de lidia ordinaria. A esa tanda quizá le habían precedido dos o tres pases cuando le dio una vuelta completa por los aires. Golpazo seco, más todavía aprisionado contra el suelo, en esa fina línea que parece no tener salida entre los pitones. Se levantó sin darse coba como si no hubiera pasado nada y la gente se metió en ese momento, vía directa, en la faena. La había comenzado con dos pases cambiados por la espalda, marca de la casa, y siguió después con la diestra en ese toro que quería ir e iba, que alargaba el viaje con una hermosa arrancada. Buen toro, aunque poco duró. Lo mejor llegó por derechazos en un ramillete de pases, en los que se intuía que el torero apostaba de otra manera, con otra firmeza. Y así fue, mas lo que se veía facilón a derechas, se descomponía por el pitón zurdo aligerado todo por el viento. Una vez que nos llevamos el susto. Volvió Perera ya en la versión de acosar al toro, de demostrar quién buscaba a quién, y de puro arrimón que se pegó gustó en los tendidos. El revolcón, las estrecheces finales y el espadazo le pusieron en la mano una oreja. Solicitada, y también algo protestada. No gozó siempre de intensidad el trasteo ni tuvimos la sensación de que en el ruedo se estuviera fraguando algo grande. Quizá más transmisión alcanzó el toreo de Talavante en el tercero, que tenía un pitón zurdo de categoría. Se ajustó un mundo el extremeño para comenzar por estatuarios y montó la faena por el bueno. Estuvo Talavante inteligente. En varias ocasiones lo demostró, por ejemplo, cuando se puso por el derecho, no remataba el toro, no le cogía el aire tampoco él y antes de irse en balde de la tanda, tiró de recursos, de adornos, que mantenían en el ambiente el interés. Fue una faena más compacta en los remates, cambio de mano, trinchera... y el conjunto, que en la expresión de los naturales en sí, en ocasiones se convirtieron en ayudados por la espada para salvarse de viento. Brilló el pitón izquierdo del toro por encima de todas las cosas. Mató pronto (estocada, descabello) la oreja se pidió y no cayó. ¿Había agravio comparativo? Tal vez sí. El sexto resultó muy manejable de juego, como a favor de la tarde, yendo y viniendo sin ponerle en mayores apreturas. Talavante anduvo con ganas, afanoso, en este punto y aparte con el que ha comenzado la temporada. A Curro Díaz lo hirió el toro en el final final. El cuarto. Al descabellar, un cabezazo lo suficiente certero como para abrirle la piel. El de Núñez del Cuvillo tuvo menos clase, y a golpe de tornillazo acudió. Curro no se complicó y anduvo espeso con el primero, que tuvo toda la nobleza del mundo. Perera tenía la puerta grande entreabierta, y se cerró. A cal y canto. Andaba el toro tan lleno de clase como de invalidez. Y por mucho que se esmerara Perera a ningún sitio le llevó. La brevedad hubiera contado como punto a favor. En primer lugar salió Joao Moura hijo, se supone que para que Manzanares entrara en Madrid con la condición de no abrir plaza y al final no vimos a Manzanares y sí al caballero rejoneador metido en el cartel con calzador. Pareció que la brillante idea no calaba en los tendidos y la afanosa faena del portugués quedó silenciada, como si fuera mero pretexto de lo que estaba por venir. Y hubo cosas, pero la tarde tampoco rompió.