Historia

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Educación sin ideologías

La Razón
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Lo peor que le puede pasar a un partido político es considerar que su principal activo se encuentra en un inamovible ideológico, tras el cual atrinchera cualquier propuesta dirigida a la sociedad. No creo en las ideologías –lo he repetido hasta la saciedad, y no me hartaré de hacerlo cuantas veces sea necesario. Y quiero aclarar algo: la afirmación de este punto no supone un intento de generar un marco de homogeneidad en el que cualquier opinión valga lo mismo y, por tanto, se erradique la posibilidad del conflicto. Todo lo contrario. Mi actitud descreída hacia las ideologías nada tiene que ver con el fin de la de la Historia anunciado años ha por Fukuyama. Aquí no se trata de que un pensamiento dominante haya vencido definitivamente sobre los demás, y que, en su reinado incontestable, sus ideas matrices no dejen asomar un mínimo de disparidad o disidencia que permita su cuestionamiento. Me aterroriza pensar en tal situación.
Pero parémonos a pensar fríamente en este punto concreto: en un mundo como el actual, en el que todo cambia y evoluciona a ritmo frenético, en el que la estabilidad de cualquier cosa o experiencia no se puede asegurar a medio plazo, ¿por qué pretender colarnos como «eterno» y «trascendente» un corpus de ideas que, en algunos casos, tiene una raíz decimonónica, y que, en consecuencia, pertenece a un contexto completamente ajeno al configurado por las circunstancias presentes? ¿Acaso los que arremeten contra las tesis del fin de la Historia proponen, como contrapartida, el desplazamiento de este momento de plenitud dos centurias atrás? Ninguna idea de progreso es a priori válida ni universal. La praxis es el único refrendo de realidad existente. Por cuanto es necesario componer modelos de pensamiento en precario que respondan a situaciones específicas y que, por consiguiente, no posean mayor legetimidad que la que le confiere su capacidad para resolver problemas. Educar, en este sentido, a partir del referente de un núcleo ideológico férreo es abonar el terreno para cultivar auténticos fósiles sociales, sin capacidad de adaptación a los tiempos. Me aterran los «seres ideológicos»; ellos son los culpables de la mayoría de los males que ha padecido el hombre a lo largo de la historia. Ojalá no tarde en llegar el momento en que todas las ideologías se disuelvan por entero en el siempre vitalista flujo de la sensatez.

Pedro Alberto Cruz Sánchez
Consejero de Cultura y Turismo