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Los «marines» españoles por José Clemente
No es de extrañar que los últimos sondeos realizados por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sitúen a nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado entre las instituciones más valoradas, por delante de la Justicia, los políticos y los medios de comunicación. La entrega sin límites al servicio ciudadano, su valor ante las situaciones de riesgo, su capacidad para trasladarnos a todos esa sensación de seguridad y tranquilidad en la que vivimos y su presencia en los conflictos internacionales más cruentos del planeta, hacen que nos sintamos orgullosos y arropados por unos profesionales de los pies a la cabeza. Su Majestad el Rey, primero, y el Príncipe de Asturias, más tarde, se formaron en la Academia General del Aire de San Javier y conocen, mejor que nadie, los valores y el brío que tienen los soldados de Infantería de Marina. Como bien calificaba hace escasos días a los «marines» españoles el Almirante General Jefe de Estado Mayor de la Armada, Manuel Rebollo, el Infante de Marina es un soldado especial y único, como también los son los paracaidistas y la Legión. No debemos envidiar nada ni a nadie, porque nuestras Fuerzas Armadas son respetuosas allá por donde pasan o se les reclama, cumplen sus misiones con el deber por divisa y, sobre todo, se han hecho acreedoras del mayor de los respetos y admiración que jamás tuvo Ejército alguno. Los «marines» norteamericanos gozan de una fama superlativa hinchada a extremos absurdos por la industria del celuloide, cuando después vemos sus comportamientos en lugares como la cárcel de Griab, donde orinaron a los detenidos de guerra y violaron ante el mundo entero la Convención de Ginebra. Vaya por delante que no todos los «marines» made in USA son iguales y que son mayoría los que actúan con respeto cuando están fuera de casa. Nuestros «marines» nunca han caído tan bajo y eso que nacieron como fuerza expedicionaria permanente por mandato de Carlos I en 1537, al ordenar que se asignara a la Escuadras de Galeras del Mediterráneo las Compañías Viejas del Mar de Nápoles con 125 hombres por cada buque. Por ende, la Infantería de Marina, nuestros «marines», nacieron 237 años antes que los aguerridos norteamericanos y contó, entre su tropa, con personajes como Miguel de Cervantes, quien ya integró sus efectivos en 1571 en la conocida Batalla de Lepanto. Más tarde llegarían la conquista de las Azores, de Cerdeña, la defensa del Morro de La Habana y Trafalgar, capítulos de la Historia de España donde nuestros soldados pelearon como auténticos leones. Ahora, nuestros «marines» están presentes en medio mundo en misiones de paz como la de Líbano, Bosnia y Afganistán, o en la ayuda humanitaria como la de Haití. Nuestros «marines» son tan soldados como personas, por eso ayer les acompañó el nieto de otro ilustre marino llamado Don Juan.
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