París
Tony Guerrero: «Conservaré la esperanza hasta el último segundo»
Cuando Anthony Guerrero descuelga el teléfono en Pensylvania se expresa en inglés. Su «Hello» nos da la bienvenida con los brazos abiertos. Nada más escuchar que la llamada es desde España cambia de lengua y pide que le llamemos a su fijo en un español fluidísimo. Nacido en 1955 en París, está casado y tiene dos hijos que le recuerdan los orígenes familiares, Pilar y Daniel. Tan cercano se siente a la cultura española que la enseña en la Penn State University. Está al tanto de lo que sucede al otro lado del Atlántico y de la polémica en torno a las obras de su padre. Sabe que no se embalarán el lunes y está contento: «Sé que la salida se ha paralizado. Soy optimista. Además, el apoyo de la Plataforma está siendo decisivo, aunque espero que la última palabra la tengamos nosotros». Sabe de todos los movimientos, pero no por una llamada de la Diputación, «con cuyos miembros no hemos hablado desde hace bastante tiempo; sin embargo, estamos al corriente de las protestas en la calle, de las adhesiones y de la dimisión del comité asesor. Es estupendo saber cómo nos están apoyando los ciudadanos, cómo han cerrado filas los catedráticos de toda España». Su actitud no ha cambiado, pero la idea de que las obras abandonen Granada le produce un inmenso dolor: «Soy optimista pero realista. Tendré esperanza hasta el último segundo. Me gustaría pensar que los políticos pueden trabajar para que se respete la opinión de la mayoría. Que los políticos quieran transformar el centro para apoyar otro del que poco se sabe me parece una aberración. Si hay uno que funciona, ¿para qué crear uno nuevo?». A su padre no le gustaría ver partir sus cuadros en verdes mar y rojo fuerte de su ciudad, «claro que no, pero no habrá más remedio que descolgar si no llegamos a acuerdo. No buscamos un museo monográfico, sino una fórmula que garantice un centro con una programación viva, que es lo que mi padre deseaba. Sólo pedimos que se respete la misión del centro y que tenga autonomía, no queremos un sueldo porque jamás lo hemos reclamado». La gota que colmó el vaso a punto de rebosar de los Guerrero fue el cese en septiembre de la directora del centro, Yolanda Romero, de quien habla con un cariño especial: «¿Si nos hemos sentido mal tratados? Bien, desde luego, no. Se ha pecado de falta de profesionalidad y de respeto profesional por parte de los políticos», dice con extrema delicadeza sin querer hacer sangre, mientras imagina que quizá pueda regresar a Granada y entrar en el Centro Guerrero como siempre. Aunque los cuadros pongan hoy o mañana rumbo a un almacén en Madrid, el profesor Guerrero deja entreabierta una cancela: «Quizá sea posible un acuerdo en otro momento con la ciudad porque la situación actual no se puede seguir manteniendo indefinidamente. Yo le pongo una fecha, hasta el 31 de diciembre. Esperaremos hasta ese día», asegura.
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