Novela

Agua pasada sí mueve molino

Los ex siempre están presentes, a veces de forma traumática; la herencia y los hijos son los argumentos de ellas para «colarse» en una nueva historia

Agua pasada sí mueve molino
Agua pasada sí mueve molinolarazon

Los socialistas se distinguen de los conservadores, además de por el color de la corbata y el tinte de pelo que usan sus señoras, por un aspecto mucho más intrascendente: tienen, en la teoría, un sentido de la propiedad menos exacerbado. ¿Todos? El «caso Hollande» da a entender que no. La señora de «monsieur le president», Valérie Trierweiler, no contenta con robarle a Ségolène Royal marido y estatus de primera dama, ha marcado a las claras la línea del «esto es mío» a la ex de Hollande. La trifulca entre dos mujeres inteligentes y de buen ver ha despertado un vivo interés en el vecino gabacho, que se precia de detestar el folclore mediterráneo en la vida pública, y nos da pie para reflexionar sobre el «non sais qoui» de los celos que todos, en mayor o menor medida, sentimos por los/las ex de nuestras parejas.

Los ex, como el hermanito menor que no esperábamos, nunca son bienvenidos. Atentan sutilmente contra nuestro patrimonio, la primacía de los sentimientos. Puro egoísmo. «Los problemas con los ex se resumen en la actitud de extender nuestro sentimiento incorrecto de la propiedad sobre el otro a su pasado». Así lo ve Alejandra Menassa de Lucía, psicoanalista especialista en terapia de pareja que ha tenido que lidiar con no pocos casos de este tipo, algunos de ellos malsanos y hasta peligrosos: «Yo he tenido casos de mujeres y hombres celosos que han seguido llamando a su ex para averiguar con quién está, cómo y cuándo, estando ya ambos separados. El colmo de este sentimiento de propiedad es extenderlo al pasado y celar de todas las antiguas parejas de ella o de él». Agua pasada no mueve molino, se dice, pero aunque esta partícula de dos letras indica a las claras un pretérito, nunca o casi nunca deja de estar presente en una pareja. «Amamos como aprendimos a amar con cada historia de amor que leímos, vivimos, o vimos en el cine. Podemos decir que en cada nuevo beso que damos están todas las bocas que hemos besado. En ese sentido, las ex parejas siempre mediatizan la relación actual, puesto que cada una de ellas participó en nuestra producción como amantes. Pero, además de esto, hay antiguas parejas que no se resignan a ser ex, siguen llamando, importunando, molestando. Son incapaces de aceptar la realidad de la separación. Y, por otro lado, hay quien tiene celos de todo lo que no siendo uno mismo, distraiga la atención del otro». La causística nos dice que esto de meter el dedo en el ojo a nuestras anteriores parejas o los ex de las actuales no distingue entre hombres y mujeres, aunque su actitud a este respecto sí puede tener algunas diferencias identificables. Mientras que el hombre puede «atacar» por el campo de los celos puros y duros, las escenas e incluso la coacción violenta, ellas se muestran más sutiles, más retorcidas quizá si es el dinero lo que está en juego. Lo explica la doctora Menassa: «Si ella se empareja con un hombre que ya tiene hijos y quiere tenerlos con él, puede haber celos también por la herencia que está en juego; para ella competirían los hijos del matrimonio anterior con los del actual, sus propios hijos. Esta situación es más frecuente en mujeres que en hombres». Los hijos son, evidentemente, un factor desencadenante de trifulcas, celos y competitividad, aunque en otros casos pueden ser un punto de unión que mantenga en una pareja ya rota y sus nuevos amores una coexistencia pacífica en pro del beneficio para los vástagos.

Como en casi todo, y generalmente cuando se trata de nuestros demonios, internet ha abierto caminos insospechados a la celopatía, –que así se llama el trastorno psiquiátrico del que hablamos–. El caso de las «señoras Hollande» no hubiera pasado de los confidenciales y el «rumore rumore» de no ser porque Valérie –incontinente ella– tiró de Twitter para afear a la chita callando a Ségolène. En casos más extremos, hay quien ha sido juzgado y condenado por colgar fotos o vídeos subidos de tono o difamar y atentar contra el honor de sus ex o de los ex de sus nuevas parejas. Este mismo año, un joven de 21 fue sentenciado con dos años de prisión y una indemnización de 500 euros por colgar en Tuenti fotos de su ex desnuda. «Habría que trabajar sobre la base de que el otro no nos pertenece, está con nosotros por elección y no porque sea de nuestra propiedad», recomienda nuestra experta. Así sea.


EN CONTRA
por Rosetta Forner
No es una cuestión de género
Sólo las damiselas se sienten amenazadas por la ex de su nueva pareja. Es más, tampoco saben ser ex, por eso intentan las mil y una para hacerle la vida imposible al ex. Por el contrario, la mujer reina sabe muy bien lo que quiere y lo que vale. Siendo esa valoración y aceptación de sí misma la razón de que no sienta celos de ninguna otra mujer. Al sentirse segura de sí misma, no compite. A los hombres les pasa tres cuartos de lo mismo; sólo los inseguros andan siempre tratando de fastidiar la nueva relación de su ex pareja. No es cuestión de género, sino de autoestima. Las mujeres cuya diadema está floja (las damiselas) se llevan mal con la frustración, por eso no aceptan lo que no coincide con sus deseos y se sienten amenazadas por la situación. Sus celos son su peor enemigo. Las reinas llevan las riendas de su vida, saben amar y razonar, viven y dejan vivir. Por sus celos las conoceréis.

A FAVOR
por Alfonso Merlos
Un sentimiento muy femenino
Claramente es cuestión de sexos. Y sin ninguna duda ellas lo llevan peor. Ese hormigueo, esa inquietud, esos nervios…, incluso esa rabia contenida y zigzagueante que no se sabe cómo diablos canalizar o digerir cuando aparece la figura de «la ex» es una sensación muy femenina. Quizá porque en el fondo la visceralidad, aplicada al territorio y al mapa de los sentimiAentos no va con nosotros. Por desgracia. Probablemente porque nuestra superficialidad y nuestro carácter más esquemático no sólo nos permite hacer con más facilidad el borrón y cuenta nueva en el amor, sino que apenas nos hace reparar en el antes del borrón. Somos así. ¿Qué quieren? Por una parte esta simplicidad nuestra es un trastorno que nos impide desarrollar determinadas emociones que nunca conoceremos. ¡Vaya faena! Pero qué bien nos viene ser incapaces de experimentar esa serie de vibraciones que tanto deben de joder (con perdón).