Grecia

Llanto y razón por José Luis Alvite

La Razón
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Hubo muchas críticas a la ministra italiana que se emocionó al anunciar las severas restricciones económicas que se proponía adoptar. Hay quien considera que en momentos decisivos un político no debe mostrar fisuras emocionales. Otros, en cambio, elogian la sensibilidad de la ministra y creen que los ciudadanos aceptan mejor la franqueza que la razón. Eso equivaldría a decir que al pueblo llano no hay que convencerlo, sino conmocionarlo, es decir, describirle la realidad con el llanto asomando en los ojos. ¿Importa mucho eso? ¿Mejora la sensibilidad de los ciudadanos frente a los inconvenientes de la crisis si las malas noticias se le dan por alguien a punto de llorar? ¿Podría ocurrir, por el contrario, que un político emocionado inspire poca confianza y hayamos de temer que su emotividad le impida ser tan drástico como exigen las circunstancias? A mí me gusta la gente sensible al dolor ajeno y detesto el frío perfil profesional de esos pétreos jefes de recursos humanos que son capaces de felicitarte la Navidad con una carta de despido. Pero creo que en la extrema circunstancia por la que atraviesan países como Grecia, como Italia, como España, la compasión ha de ser el último recurso si lo que se pretende es la eficacia. No puede ser bueno que el sensible cirujano le regale un par de preciosos patines al paciente que está a punto de ingresar en el quirófano para la amputación de una pierna. En tiempos difíciles la compasión entorpece las soluciones. A mí me ha conmovido la expresiva sensibilidad lacrimal de la ministra italiana, pero reconozco que a un país que va hacia el abismo hay que decirle las cosas con fría y dolorosa claridad, como si el cirujano de la amputación le recomendase a su paciente una sastrería en la que por un módico precio le arremangarán a su gusto los pantalones.