Investigación científica
Mi cáncer III por Paloma PEDRERO
Aquí sigo, con el teléfono encima allá donde voy. Estoy en lista de espera y sé que me llamarán en cualquier momento. También pienso: pues no ha de ser tan malo el mío, que ya tardan. Estoy bien, sigo fuerte, aunque mi cuerpecillo somatiza por donde puede. Me ha salido una urticaria de lo más inverosímil. Hoy los lobanillos están en los dedos, mañana veremos. Ya han pasado por los ojos, las rodillas, las palmas de las manos… Menudos inventos hace mi mente. Es que creo que cuando le dicen a un paciente que tiene un cáncer no deberían hacerle esperar. De la palabra al quirófano directamente. Piensen las autoridades que los tumores crecen y que el enfermo no sabe, hasta que le abren y lo extirpan, cómo de grave es el suyo. Eso genera una inquietud demasiado grande. No es como una hernia, un hueso, unas cataratas… un tumor maligno es un enemigo al que dejas ganar terreno en tu cuerpo. Por otra parte, ahora que el tiempo pasa con más lentitud, estoy aprovechando para hacer gestiones a tope. Es gracioso porque las compañías, las pequeñas como siempre, no paran de pedirme las obras para montarlas. Voy a dar mi primera video-conferencia a una Universidad de Boston, me salen proyectos, que contesto, por todas partes. También hay algo maravilloso con esta enfermedad: saber cuánta gente te quiere. Tenemos tanto miedo al cáncer, hemos visto largarse a tantos por eso, que el corazón se ensancha humildemente, el de los sanos también, hasta el de los adversarios. Como espero escribir el próximo artículo ya desde el hospital, y sin bubón, me permito deciros algo antes de que se me olvide: que todo lo que me habéis escrito en mails, sms, Facebook… Todas esas palabras divinas, no se vayan de vuestra boca nunca. Con los cercanos, con los que estáis peleados, con los desconocidos. Somos brutos los seres humanos, olvidamos las enseñanzas que la existencia nos regala. Una palabra de amor sincero, cuando la vida hace equilibrios en la cuerda floja, vale más que mil rosas, que cien perfumes, que un millón de diamantes. Y la vida siempre hace equilibrios en la cuerda floja. Os quiero.
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