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Ser o no ser

La Razón
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La movilización callejera contra el gobierno del Partido Popular, y contra el PP, se ha tomado dos meses para empezar, pero lo ha hecho a lo grande. Sus consecuencias serán variadas. Una de las primeras será el colapso de la enseñanza pública. Después de las movilizaciones puramente políticas del primer trimestre, es probable que la Enseñanza pública vaya a verse saboteada con paros, asambleas y manifestaciones. Los padres con hijos en la Enseñanza pública ya saben lo que les espera a éstos: en el mejor de los casos, servirán de rehenes para las movilizaciones contra «la derecha». También se deteriorará la imagen de España, equiparada a los países árabes o Grecia, con los que no tenemos nada que ver. Se intentará otra vez difundir la idea de que el Partido Popular y sus votantes no son más que un grupo de derechistas retrógrados que encarnan una España oscurantista e inquisitorial, el «franquismo» en una palabra. La estupidez es tan monumental que, fundada en fantasías todavía vigentes en muchas cabezas –por así llamarlas–, encontrará gente dispuesta a admitirla.

Las imágenes de violencia harán caer el crédito de nuestro país y esto afectará a todo: a la influencia de España y a la capacidad del Gobierno para defender nuestros intereses, a las inversiones extranjeras y, muy en particular, al turismo: no todo el mundo querrá visitar un país que está ensayando otra vez la revolución. Los franceses y los italianos andarán frotándose las manos. Bien es verdad que siempre podemos especializarnos en el turismo alternativo, como en los tiempos de las Brigadas Internacionales… En cuanto a la política, el principal efecto de los desórdenes será reforzar el Partido Popular y arrinconar a quienes promueven y amparan los desórdenes. Así ha ocurrido en las dos últimas elecciones gracias al 15-M.

¿Quién gana con todo esto? Nadie, como no sean unos cuantos marginales o alborotadores profesionales. Ahora bien, eso es lo de menos. Lo que cuenta, en cambio, es poner a salvo una vez más, como en el año 2000, el relato mítico de la izquierda española. Según éste, la derecha en España no tiene derecho a existir porque es de por sí, sin redención posible, un elemento retrógrado: de ahí la teoría y la práctica del «cordón sanitario», y de ahí los ataques de estos días. Esto es propio de la izquierda de nuestro país: en Alemania no hay pogromos de los socialdemócratas contra la CDU, ni en Francia de los socialistas contra el partido de Sarkozy, ni en el Reino Unido de los laboristas contra los conservadores. Ataques como los de estos días sólo se producen aquí porque son necesarios para que la izquierda apuntale una identidad que de otro modo está en peligro. Así que perdemos todos, pero la izquierda española, en particular el socialismo, logra salvar sus señas de identidad. Es lo único que cuenta.