Nueva York
OPINIÓN: Cantabella
Más allá de ñoñas polémicas sobre reinas desnudas y otros desnudos de buen ver, Carmen Catabella es una excelente artista que ha sabido ir haciéndose un hueco fuera de nuestras fronteras regionales, siempre de la mano del galerista Javier Cerezo (Babel). Para este final de año y el próximo ha proyectado una serie de exposiciones en espacios de ciudades como Nueva York o Berlín. Sin necesidad de pasarse la vida llorando o culpando a los demás de sus desgracias. Lo penúltimo, lo más reciente, ha sido su muestra «El año del jaguar» en la ciudad mexicana de Querétaro, en la galería local «DRT». Querétaro, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, fue levantada a partir de la ciudad indígena existente, tras la llegada de los españoles, y es una población que ha ido depurando como mito de su personalidad la figura del jaguar, ese bello felino que, junto al el tigre, tanto gustaba a Borges. Cantabella, fiel a su estilo ya asentado juega con una irónica dualidad en la que la fiereza del jaguar es como un juego de niños (como el propio juego de lo político, con el consiguiente desencanto del ciudadano) o es arrastrado (el jaguar-indio o el indio-jaguar, como se quiera) por una señora que mira distraídamente un escaparate y que lo utiliza de mascota en lugar de un perrito de compañía. A veces, como reconoce el propio Cerezo, sus representaciones resultan exageradas en su humor, pero acertadas. Cantabella y la galería Babel poseen una privilegiada relación con México, ese país admirable en tantas cosas que acogió el exilio republicano español y que ha dado a Sor Inés de la Cruz, a Alfonso Reyes, a Octavio Paz o a Frida Khalo, entre tantos otros escritores y artistas.
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