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La lección de un pueblo por Antonio PÉREZ HENARES

La lección de un pueblo, por Antonio PÉREZ HENARES
La lección de un pueblo, por Antonio PÉREZ HENARESlarazon

Los japoneses, golpeados por el más brutal de los terremotos de su historia, asolados por un tsunami asesino y afrontando un gravísimo accidente nuclear provocado por la catástrofe anterior, han dado al mundo una lección de entereza, de estoicismo y de valor, afrontando con coraje, decisión y disciplina la peor de las adversidades. Su imagen como colectivo se ha agrandado a los ojos del mundo mereciendo el respeto y el elogio de una humanidad sobrecogida. En cambio, Europa ha quedado retratada en un histérico comisario de energía que un día pregonó el Apocalipsis como descripción «exacta» de la situación –sólo en referencia al problema nuclear– y al siguiente auguró «aún más catástrofes en la próximas horas». ¿Más que el Apocalipsis? ¿Qué más queda tras el «fin de los tiempos»? El otro espejo europeo y español han sido los medios de comunicación que han seguido la senda de ese comisario haciéndonos transitar por el terror nuclear. Cuando escribo, y deseo fervientemente que no empeore la gravísima situación en Fukusima, que lo es sin paliativos, la cifra oficial allí es de 45 heridos, 23 de ellos con algún grado de contaminación radioactiva. La inmensa tragedia de devastación y dolor, los miles de muertos y desaparecidos, es a la que parece que no hemos querido mirar. Dejo aparte de estas líneas el debate nuclear que habrá que afrontar con alguna razón más que el oportunismo vulturiano de los ecologistas radicales que han pretendido remontar en las alas del desastre hasta casi hacernos creer que terremoto y tsunami y su devastación de vidas eran consecuencia del accidente nuclear y no viceversa. Tiempo habrá. Pero hoy no toca. Lo que me sale decir es que cada vez que me encuentre a uno de esos grupos de japoneses que, cámara en ristre, espero volver a ver con prontitud por nuestras ciudades, me pararé, les sonreiré y les haré una profunda reverencia. Y será un orgullo para mí prestarme a hacerles todas las fotos que deseen. Una humilde manera de rendirles el homenaje que merecen.