Sevilla
El mitin de «Cuéntame»
La prueba final de que el candidato socialista representa más el pasado que el futuro la ofreció él mismo ayer al rodearse de Felipe González y Alfonso Guerra en el mitin más emblemático del PSOE de cuantos celebrará en esta campaña electoral. El reecuentro con ese dúo, que desde 1996 no se dirigía la palabra, representa un incomprensible regreso al pasado, un capítulo extraviado de la serie «Cuéntame» y un desesperado esfuerzo por darle la vuelta a las encuestas, como si fuera una de aquellas tortillas que compartían en sus gloriosos años. No cabe duda de que tanto González como Guerra mantienen intactas sus dotes mitineras y son capaces aún de arrancar vítores donde Rubalcaba sólo cosecha aplausos de cortesía. Pero por más que la vieja guardia del PSOE emule sus tiempos mozos, la imagen que ayer dio en el escenario sevillano es la de un partido agotado, exhausto, sin proyecto de futuro y avergonzado de sus últimos ocho años de Gobierno. Más allá de un «revival» pintoresco, ideado para apretar las filas de la militancia, fue una declaración de impotencia para encarar el futuro con audacia e imaginación, con proyectos nuevos y fuerzas renovadas. Hasta la triquiñuela demagógica de sacar a ETA como arma arrojadiza contra el PP resultó impostada y fullera, pues no son precisamente el ex presidente y su ex número dos los más indicados para dar clases de decencia en la lucha contra los terroristas. No parece que las respuestas a los graves problemas de España, empezando por los cinco millones de parados, se escondan en el pasado, ni que sea González, que dejó el Gobierno en 1996 con un 21% de desempleo, el modelo a imitar. Tal vez la explicación más plausible de este regreso al pasado que ayer escenificó Rubalcaba en Sevilla sea la reivindicación de Andalucía como reducto del PSOE, como última plaza fuerte sin la cual la propia pervivencia del partido estaría amenazada. No sin razón el lema del mitin fue «La fuerza del sur», y no sin motivo advirtió González que si el PP ganase en Andalucía, él se «iría a Honolulu», se supone que a contar olas tumbado en una hamaca. Lo cierto es que, humorismos aparte, basta echarle un vistazo somero al mapa electoral que dibuja el sondeo que hoy publica nuestro periódico para concluir que la victoria del PP abarcará a la inmensa mayoría de las provincias y que sólo en cuatro de las andaluzas aguantará a duras penas la embestida popular. El otro de los dos graneros de votos que dieron la victoria al partido socialista en 2004 y 2008, el catalán, está tan mermado que incluso el propio Rubalcaba ha desistido de prodigarse electoralmente por aquella comunidad. Todo lo contrario que Rajoy, pues las perspectivas del PP son tan halagüeñas que está en condiciones de disputarle a CiU el segundo puesto como partido más votado. A medida que transcurre la campaña electoral, más claro queda por qué el PSOE se hunde mientras que el PP se fortalece. El ejemplo de ayer es nítido: en tanto Rubalcaba apelaba al pretérito imperfecto, Rajoy se rodeaba de futuro y de dirigentes a los que los votantes ya se han confiado mayoritariamente, como las presidentas Aguirre y Cospedal, o el alcalde Ruiz-Gallardón.
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