Lloret de Mar

JMJ acontecimiento global

La Razón
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No hay otra experiencia en todo el mundo equiparable a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que sea capaz de reunir durante una semana a un millón y medio de jóvenes para reflexionar, dialogar e intercambiar experiencias vitales con el denominador común de su fe y sus creencias. Tampoco hay ninguna organización en todo el mundo capaz de una movilización tan gigantesca, salvo la Iglesia Católica. Que España, especialmente Madrid, haya sido elegida como escenario y centro de acogida de este acontecimiento internacional es un privilegio y una oportunidad cuyos beneficios morales y sociales serán mucho más importantes que los económicos. Si el corazón madrileño, la Puerta del Sol, ocupó fugazmente en mayo las portadas de los medios de comunicación internacionales debido a las acampadas de los «indignados», los próximos días volverá a ocuparlas pero con imágenes bien distintas y mensajes muy diferentes. En efecto, frente a la estéril «indignación» que se consume en la protesta, el insulto, la falta de compromiso real y los intereses políticos, la JMJ mostrará la verdadera cara de la gran mayoría de los jóvenes: coherencia, esfuerzo, responsabilidad, respeto mutuo, solidaridad, compromiso cívico, principios morales, valores espirituales y unión de esfuerzos para hacer más justas y libres las sociedades en las que viven. Naturalmente, impulsados por un mismo espíritu: el que nace de Cristo. Por mera coincidencia, la JMJ de Madrid se celebra pocos días después de que Londres y otras grandes ciudades inglesas hayan sido golpeadas por el vandalismo y el saqueo de cientos de jóvenes, la mitad de ellos adolescentes, que han horrorizado a la opinión pública por su brutalidad y egoísmo. Las imágenes que mostraban a unos chavales ebrios de violencia, despiadados y entregados a la destrucción, incluso al homicidio, han abierto los ojos a la clase política y han hecho exclamar al primer ministro: «Una parte de nuestra sociedad está enferma». Tampoco revelan una sólida salud moral y cívica los altercados registrados estos últimos días en la localidad catalana de Lloret de Mar, donde cientos de jóvenes se enfrentaron a la Policía por el cierre de una discoteca. La proliferación del llamado «turismo de alcohol barato» atrae cada vez a más jóvenes de toda Europa a las costas españolas con el único fin de emborracharse sin solución de continuidad, lo que suele degenerar en actos de vandalismo y destrozos de bienes públicos. En todos estos casos, lo que asoma a las pantallas de televisión son unos jóvenes que actúan sin cortapisas morales, ajenos a las consecuencias de sus actos y que no asumen el daño que causan a terceros. Ellos mismos son su única preocupación. En síntesis, jóvenes y adolescentes con un elevado déficit de formación familiar, de educación intelectual y de musculatura moral. En este contexto, adquiere gran importancia la celebración de la JMJ como el espejo global de una juventud empeñada en mejorar el mundo sumando esfuerzos y adoptando cada cual su compromiso personal desde unos principios y valores espirituales que hunden sus raíces en el mensaje evangélico.