Eurocopa

España

Por qué nos gusta por Ricardo Menéndez Salmón

La Razón
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Hasta el gol de Fernando Torres a Alemania en la Eurocopa del año 2008, el fútbol español venía encarnando el rostro y figura de cierto derrotismo autosatisfecho. La sangre de Luis Enrique tras el codazo de Tassoti, el penalti de Eloy detenido por Pfaff, el fallo de Cardeñosa ante Brasil, la catastrófica experiencia del Mundial de 1982 e incluso la malicia y/o torpeza de algunos silbatos (de míster Bambridge a Al Ghandour, España ha vivido su particular armagedón arbitral) habían alimentado el mito nada inocente de un fútbol incapaz de escapar al mal fario.Todo colectivo necesita sus arquetipos, así que, del mismo modo que Brasil personificaría la Alegría y Alemania la Competencia, España, durante décadas, había sido la más fiel personificación de la Fatalidad. Para compensar esta instancia devoradora, nuestro imaginario había desarrollado otros mitos más o menos estables, suerte de antídotos que permitían, si no derrotar al coco implacable de la mala suerte, al menos oponerle un orgullo imbatible. De todas estas construcciones mentales, la más intensa venía siendo la de la famosa Furia. El gol de Torres en el Prater enterró a la maldita Fatalidad y nos desnudó de la vergonzante Furia. A partir de ese día, España ha vestido dos trajes mucho más amables: el Respeto que propicia ser un equipo campéon y la Belleza de un fútbol de altísima escuela. El refrendo superlativo tras el Mundial de Sudáfrica ha ayudado a asentar la importancia del flamante imaginario. El gol de Iniesta a Holanda ratificó la nueva senda recorrida por el fútbol español. Olvidada la mala suerte, la tenaza que un dios arbitrario había opuesto a nuestros atletas, y aceptando que no era necesario recolocarse la clavícula in situ para demostrar que los jugadores españoles estaban hechos de otra pasta, bastaba aceptar que, nueve de cada diez veces, el balón celebra a quien lo mima.

España es hoy favorita no porque lo diga una prensa fanfarrona, sino porque la Selección juega, desde hace años, el mejor fútbol del planeta. Sus obras están ahí, al alcance de quien las desee ver. Quizá, en definitiva, la Selección nos guste por eso. Porque ha dejado de ser un colectivo trágico, que se movía entre el éxtasis y el desastre, para convertirse en una máquina eficaz y, además, elegante. Lo que, dicho sea de paso, en estos tiempos perversos resulta una bendición para el ánimo.

Ricardo Menéndez Salmón
Escritor