Literatura

París

Si Cervantes hubiera tenido un e-book

Francisco Nieva, de la Real Academia Española

La Razón
La RazónLa Razón

¡Alegría, alegría, que ha nacido el libro electrónico! Tengo un biblioteca enorme que amenaza con hundirme la casa, el peso del libro es algo tremendo. Cuando viajaba por ahí, ejerciendo mi profesión, en Milán, París, Venecia, me cargaba de libros muy necesarios en el oficio. En los aeropuertos mi equipaje se pasaba del peso: «¿Qué lleva usted ahí?» «Sólo tres libros de arte». «Siete kilos. Debe pagar un plus». Calcúlese cuánto llega a pesar un pequeño montón de libros. Precisamente, aquellos libros de arte, el libro objeto –objeto de sorpresa y de gozo–, no desaparecerán jamás. Que no se alarmen los editores. Éstos cambiarán de sistema y editarán lo que quieran y como quieran. Mas, para salvación y satisfacción de muchos, ha aparecido el libro electrónico. Dejemos aparte que mi vista ya no puede con la letra común del libro impreso, sólo puedo leer cómodamente y en la letra que me convenga gracias a ese cacharro mágico, que puede llevarse a todas partes y cada vez pesará menos, que puede llevar dentro una biblioteca selectiva. Es como un sueño.Precisamente, cuando tanto viajaba, cuando tenía que dormir en hoteles y recogerme en la habitación para descansar y relajarme del continuo terremoto del teatro hubiera sido maravilloso que yo cargara en un solo tomo –que parece un regalo de Alí Babá– con todos aquellos mis queridos libros, que me devolvían la paz y me trasladaban a otro mundo. He vivido del teatro y las letras porque las letras preceden al aquél. Lo mío ha sido leer, leer sin descanso, para informarme, para evadirme, para meditar y reír. ¿Esto ha sido posible? Aún no me lo creo. Allá donde vaya siempre llevaré conmigo «Las mil y una noche», regalo de encantadores científicos que hubieran provocado un trance al propio Cervantes. Hasta en Lepanto hubiera cargado con el libro electrónico y le habría servido para soportar el cautiverio. No se hubiera desprendido de él, ni a la hora de su muerte. Pueden ustedes estar seguros. Lo conozco bien.