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OPINIÓN: Salida digna

La Razón
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Como uno está huérfano de la brillantez, el bagaje y la mala leche congénita de Arturo Pérez-Reverte, lo diremos de otra forma, aunque el trazo más o menos grueso de los calificativos no aporte o reste argumentos a la sentencia. Podría afirmarse, con tono clásico de madre que aconseja/ordena, que hay que saber estar en todos los sitios, pero sobre todo hay que ser consciente de cuándo –y cómo– hay que marcharse. Como tristemente cada día proliferan más los políticos de profesión, y no de vocación, parece que las sillas de los altos cargos incorporan de serie un adhesivo que impide levantarse sin provocar daños. La imagen de Juan José López Garzón tramitando su incorporación a la Universidad el día después de recibir una patada en el trasero para que corriera el escalafón constituye todo un ejemplo. Claro, que para eso hay que tener un puesto al que volver y un oficio más allá de la moqueta, el coche oficial y los viajes gratis total. Cuando se vaya, Alfredo Sánchez Monteseirín será el alcalde más longevo de la democracia, pero también el primero que pisó los juzgados; quien inauguró el anhelado metro, al mismo tiempo que aquél que coleccionó retrasos y sobrecostes en los grandes proyectos; el transformador de la ciudad –para bien o para mal– y ése que fue rehén y cómplice a cambio de 25.772 votos. Cuando pasen los años, tal vez pese más su rostro amable, pero ahora mismo está oculto, diríase que sepultado, por el lado oscuro, ése que podría minimizar con una salida digna.