Bibliotecas y Museos
Chocolate del loro
Parece que el Gobierno ya ha dado con la fórmula para ahorrar este año otros 5.000 millones de euros: rebajar a la Biblioteca Nacional en el escalafón administrativo. Con un par. Es un misterio la relación sádica del Gobierno con la Biblioteca Nacional. Tiene que haber alguna razón freudiana que explique su ensañamiento continuado. Tal vez sea un daño colateral oculto de la memoria histórica, quién sabe. Lo cierto es que primero nombraron a Rosa Regás como directora y lo último es que para ahorrarse el chocolate del loro han degradado a la institución en el organigrama del Ministerio de Cultura, a la que se ha despojado del rango de Dirección General. Como a los militares cobardes, la ministra Sinde le ha arrancado los galones a esta venerable institución, no sin antes constatar que ningún sindicalista de la Zeja sería damnificado y que de doña Rosa ya no se acordaba ni la estatua de Menéndez Pelayo. Para la ministra de los guiones, la Biblioteca Nacional es una antigualla, a saber si franquista, que no merece el mismo trato que el cine. No debe parecerle relevante que sea la cuarta biblioteca del mundo por la cantidad y calidad de sus fondos, que por sus salas pasen cada año centenares de investigadores internacionales o que, junto al Museo del Prado, sea la institución cultural española mejor valorada en el extranjero. Tampoco le sugiere nada que el próximo año cumpla trescientos años de su creación por Felipe V. Será interesante saber cómo convencerá la ministra a los patrocinadores privados para que financien los actos conmemorativos. Pero todo esto son minucias comparadas con la luminosa creatividad de los cineastas españoles, a los que se les humilla con una simple Dirección General, cuando deberían tener ministerio propio o vicepresidencia incluso. Si hay que apretarse el cinturón para reducir el déficit público, que lo haga nuestra primera biblioteca, pero que no se toque ni un solo euro de los 89 millones destinados este año a subvenciones al cine. Es una lástima que el presidente del Gobierno, tan ocupado como está en refundar el capitalismo y cambiar el modelo productivo, prefiera dedicar el poco tiempo que le queda al Círculo de Bellas Artes y apenas pise la Biblioteca Nacional. Aunque no tenga actores, merece la pena.
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