Barcelona

Qué aburrimiento por Alfonso Ussía

Esa decencia que desfilará ante el Rey ha elegido por vocación el servicio a España y los españoles

La Razón
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Mañana es 12 de octubre. Es el Día del Pilar y de la Hispanidad. Entre otras muchas celebraciones –mi felicitación a todos los miembros de la Guardia Civil por la fiesta de su Patrona–, tiene lugar el desfile de las Fuerzas Armadas en Madrid, que preside el Rey. Acostumbran a darse un garbeo por el Foro, con tal motivo, los presidentes de las autonomías. En esta ocasión no tendremos la suerte los madrileños de acoger al Presidente de la Generalidad de Cataluña, Artur Mas. Lo ha explicado uno de sus portavoces, Francesc Homs. Que Mas está enfadado con Rajoy por haber éste definido la deriva separatista de CIU de «disparate colosal». Una imperdonable falta de respeto que ha colmado el vaso de la paciencia de Mas. No viene. Creo que se trata de una descortesía, por cuanto Mas es el representante en Cataluña de quien preside el desfile. Cierto es que en Barcelona no estuvo cordial ni respetuoso con su representado, al que menos intentar darle una colleja, le dedicó toda suerte de groserías.
Si Rajoy, que no puede ser considerado un provocador, en lugar de hablar del «disparate colosal» hubiera opinado del veranillo de San Miguel, la justificación sería la que sigue: «El "President"no acudirá al desfile porque Rajoy en lugar de veranillo de "Sant Miquel"ha dicho de San Miguel, y consideramos que lo ha hecho con intención de despreciar a los catalanes». Es lo mismo. Mas no desea presenciar el desfile. Algunos de los soldados que pasarían ante sus ojos cuatribarrados se han jugado la vida este verano para sofocar los incendios que se han producido en Cataluña. Lo han hecho no sólo para salvar los bosques, sino para socorrer a los catalanes. «Encima vamos a tener que agradecerles que hayan cumplido con su deber», le habrá dicho crispado a su portavoz Homs. Se lo pierde. Es muy complicado en España hoy en día –Cataluña incluida, claro–, acudir a una celebración compuesta en su totalidad por españoles decentes, muchos de ellos, catalanes. Esa decencia que desfilará ante el Rey ha elegido por vocación el servicio a España y los españoles. Unos llegan más arriba y otros se quedan en el camino. La mayoría acude a cumplir en el exterior misiones acordes a nuestros compromisos internacionales y por fortuna, cumplido el deber, vuelven a España. Algunos lo hacen en un ataúd. Nos están defendiendo a todos, catalanes, vascos, castellanos, andaluces y para qué seguir. Uno de los defendidos es Mas, aunque su sensibilidad de chorlito nervioso le impida reconocerlo, valorarlo y agradecerlo. De todos esos hombres decentes, los que alcanzan el más alto rango después de servir sin condiciones a España y a la sociedad durante cuarenta años, pasan a la reserva con una jubilación de dos mil euros. Entiendo que esas cifras no entran en la imaginación de Mas, porque en sus territorios –no es exclusivo de Cataluña–, los políticos acostumbran a jubilarse o retirarse, o a ser retirados por las urnas, poderosamente ricos. La asistencia al desfile del 12 de octubre es más que una cortesía institucional. Es un examen de conciencia. Llevan los militares decenas de años sufriendo rebajas en sus presupuestos. Se les quita el dinero y se les ordena que sigan manteniendo el mismo nivel de efectividad operativa. España cree que se puede optar por una Defensa hueca. Aún con casi nada, esos soldados que no va a ver desfilar Mas, mantienen nuestro prestigio exterior por su espíritu, valor y efectividad. Pero sobre todo, eso y sólo eso, Mas, la dignidad. No ponga disculpas. Quizá lo que le sucede al Presidente de la Generalidad es que no le apetece sonrojarse ante tanta decencia y lealtad reunida.