Galicia
El divorcio entre los socialistas y el electorado por Joaquín Leguina
Las derrotas del PSOE en Galicia y en Euskadi han mostrado el cada vez más profundo divorcio entre los socialistas y el electorado. Una crisis política que sumada a la crisis económica –por no hablar de la crisis territorial– dibuja un panorama inquietante en España.
¿Cómo puede salir el PSOE de su actual crisis? Para empezar, poniéndose a la tarea, lo cual no sería poco. Pero no se percibe en el horizonte inmediato voluntad para hacerlo. Tampoco existe un liderazgo alternativo a Rubalcaba (lo de Carmen Chacón y compañía no deja de ser una broma).
Parto en mi análisis de una hipótesis que, tras las últimas derrotas, creo plenamente contrastada. Hela aquí: o el PSOE entierra el zapaterismo o el zapaterismo entierra al PSOE. Entiendo el término «zapaterismo» como el conjunto de ideas (más bien ocurrencias) y prácticas que se adueñaron del discurso y de las políticas del PSOE con la llegada de Zapatero (año 2000) y que –para ser breve– describiré así:
–Un funcionamiento interno endogámico y perverso, que va desde una inexistente relación entre los afiliados y su entorno social a una selección de los cuadros dirigentes marcada por el amiguismo, el clientelismo interno y el desprecio absoluto por el mérito y la capacidad, es decir, por el talento y la experiencia. ¿Cuántos dirigentes actuales del PSOE han trabajado por cuenta propia o ajena fuera del aparato político? Usos y costumbres internos que es preciso cambiar radicalmente para acabar con la endogamia de unos liderazgos locales, que más que locales son letales. Respecto a esta endogamia, sólo reproduciré parte de un correo que me envió ayer una conocida socialista madrileña:
«Elena Valenciano ha echado la culpa de la derrota a la falta de movilización de los socialistas. Si se refiere a los militantes, se equivoca, ya que los minilíderes del PSOE sí se movilizan. Están cuadrados ante las sedes de las agrupaciones para que no entre ni uno que les pueda quebrar sus mayorías para controlar la agrupación. También ha dicho que habrá que hacer una reflexión, es decir, no hacer nada, o lo que es parecido: se convocará una Conferencia Política (atada y bien atada por los minilíderes). Siento mostrarme tan pesimista».
En cuanto al discurso político, éste se ha convertido en un discurso de madera, reñido con la realidad e incapaz de mostrar un ápice de autocrítica. En suma, un vuelo gallináceo, corto y picoteador. ¿Quién se va a creer, por ejemplo, que los recortes y sus brutales consecuencias sociales son un capricho del PP o de Rajoy, es decir, de la malvada derecha? ¿Alguien va a creer a un partido que ha pasado, sin solución de continuidad, del Gobierno a subirse al carro de todo el que pasa por la calle protestando, aunque ese alguien tenga muchas razones para hacerlo? ¿Cómo se va a entender que el PSOE –hasta ayer gobernando– se una a esa ocurrencia sindical consistente en solicitar un referéndum para que los españoles digan si quieren o no los recortes? ¿Cómo es posible que un partido de Gobierno se sume a una huelga general «europea» con sólo Chipre, Malta, Portugal y España dentro?
En otras palabras: para aspirar a gobernar, el PSOE ha de volver a ser un partido socialdemócrata y de Gobierno. ¿Y en qué consiste tal cosa? En abandonar el cortoplacismo, el oportunismo, las ocurrencias, las obsesiones mediáticas y, sobre todo, el tacto de codos con partidos nacionalistas cuyo objetivo estratégico es la destrucción del Estado. Oportunismo y bandazos que sólo conducen a la miseria intelectual y a la inoperancia política, y ese cambio en los usos internos y en el discurso público no lo van a poder realizar personas criadas a los pechos de Zapatero. Para este viaje, Rubalcaba ha de ser capaz de sacudirse el pesado fardo del zapaterismo y los zapateristas. Para empezar, ¿por qué no se rodea de algunos que hayan cotizado durante años a la Seguridad Social?
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