Barajas
Colombia: tras el perfume del oro negro
La Unesco acaba de incluir la región colombiana del triángulo del café en su lista de Patrimonio de la Humanidad. Para entender por qué, nada mejor que alojarse en una hacienda y dejarse embaucar por el paisaje y el aroma.
El viajero, en ocasiones, tiene la sensación, cuando recorre diferentes rincones del mundo, de estar en un lugar especial. Esto me ocurrió en mi reciente viaje por Colombia, concretamente en lo que se conoce como el triángulo del café, en los departamentos de Quindío, Risaralda y Caldas. Para situarnos, las tres grandes urbes son las ciudades de Pereira, Manizales y Armenia, en el corazón de Colombia. Casi, en pleno centro del país.
La Unesco consideró recientemente que este paisaje cafetero debe ser incluido en esa escogida lista que conforman los lugares declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad. Razones hay sobradas. Sin embargo, cuando se transitan y patean estas tierras, lo primero que viene a la mente es que se trata de un reconocimiento, aunque sin duda merecido, algo tardío.
Y es que en este triángulo nos daremos cuenta de que hay toda una cultura en torno al café, mas allá de la bebida como tal. Se trata de un paisaje moldeado por el hombre donde todo gira alrededor de este particular «oro negro» de Colombia. En definitiva, «una auténtica cultura»; porque no hay mejor forma de describir ese cúmulo de circunstancias, conocimientos y sensaciones que se unen y parecen confluir a la perfección en estas tierras. Nos referimos a la arquitectura (con sus famosas y características haciendas cafeteras), a la botánica (con un cultivo que precisa de ciertas condiciones en altura y humedad), al paisaje (con hectáreas y hectáreas de plantaciones entre valles y montañas), a lo económico (en cuanto generador de riqueza) y a lo humano (como consolidador de aldeas y pueblos). Todo ello da forma a uno de los lugares donde se cultiva, a decir de muchos, el mejor café del mundo. De una calidad superior y tremendamente contrastada, visitar una hacienda cafetera es la mejor forma de apreciar cuanto escribo y de, con las sabias explicaciones de los expertos, ahondar en este laborioso proceso de cultivo, recogida, lavado, limpieza, selección y secado. Nada mejor para ello, por poner un ejemplo, que visitar la hacienda Venecia, entre las montañas andinas del departamento de Caldas.
Ahora bien, sería injusto quedarnos sólo con esa célebre faceta cafetera de esta zona de Colombia y olvidar que estas tierras son también una invitación para conocer una naturaleza sin igual, con volcanes como el nevado del Ruiz, o para disfrutar de vistas incomparables en miradores como el Filandia o el de Salento (una coqueta población cuyas casas de vivos colores atraen a multitud de turistas). Estamos en territorio que alberga una diversidad de climas y de paisajes únicos, algunos tan especiales como los bosques de nubes. En definitiva, un pequeño paraíso que no excluye lo urbano, con bellas ciudades como Pereira o Manizales, famosa mundialmente por tener una de las fiestas taurinas mas prestigiosas de América.
A la sombra de la Palma
Otra visita imprescindible en nuestro viaje es el valle de Cocora, entre las montañas de la cordillera central, donde crece la imponente palma de cera del Quindío (árbol nacional de Colombia), que llega a elevarse hasta los 60 metros. Un lugar excepcional para pasear a caballo y comer una trucha de alguna de las muchas formas en que allí se preparan.
Desde luego, este reconocimiento otorgado por la Unesco es otra declaración en favor de una nación, Colombia, que pisa fuerte en el camino de la tranquilidad y la estabilidad. Algo más a unir a los ya numerosos argumentos turísticos de este país andino: Cartagena de Indias, Bogotá, el Caribe, el Carnaval de Barranquilla, las inmensas aguas del gran Océano Pacífico, sus nevados, la gastronomía...
Al viajar por Colombia se descubre lo injustas y arbitrarias que resultan, en ocasiones, las ideas generalizadas y poco contrastadas. Colombia es un paraíso para el turismo, para el relax, para disfrutar de las cálidas aguas del Caribe, para asombrarse con las huellas españolas en estas tierras, para perderse en Bogotá o para sentir una cultura, la del café, que sobrepasa las fronteras de un país. Colombia es pasión y alegría. Estamos, no debe olvidarse, en uno de los principales productores y exportadores de flores del mundo, en el país de las esmeraldas y en uno de los países con mayor variedad de floral del planeta. Un país que, permítaseme la expresión, engancha al viajero. «El riesgo es que te quieras quedar», reza acertadamente su eslogan publicitario.
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