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Francia

El «Pipa» echa humo

El «Pipa» echa humo
El «Pipa» echa humolarazon

Hasta las narices; por María José Navarro
El pobre Higuaín tiene en su contra algo que Vds. no ignoran: fue fichado, válgame san válgame, por Ramón Calderón, y eso pesa como una losa.
Gonzalo Higuaín es uno de esos jugadores que casi todos los equipos del mundo querrían en sus filas. Un tipo duro, de poco gesto y pocas palabras, que regresó de su operación de espalda sin quejarse y sin vender su sufrimiento para sacar minutos. Cada uno de los que ha jugado se los ha ganado y cada gol conseguido ha sido siempre un bálsamo para el Real Madrid. Pero el pobre Higuaín tiene en su contra algo que Vds. no ignoran: fue fichado, válgame san válgame, por Ramón Calderón, y eso es algo que pesa como una losa y que va a impedir al argentino permanecer donde ha trabajado por estar. Bien es verdad que tampoco el jugador está siendo claro en los últimos meses y que se deja querer y que usa medias palabras, y las enteras las afirma entre dientes, pero el muchacho debe de estar harto de lo que estamos hartos los demás que no somos del Madrid. Hartos de que continuamente aparezcan nombres, los nombres de nuestros delanteros estrella, para seguir animando el mercado y engordando el ego, la gula y las ansias irrefrenables de los que creían poder ganarlo todo y se han quedado a media pista. Hartos de rumores, de comentarios de pasillo, de invenciones. Igual de cansado debe de estar Higuaín, que, a pesar de su rentabilidad, contempla cómo, día sí y día también, su cromo se cambia por el primero que despunta, por el primero que consigue una portada, por el primero que osa marcar sin llevar impreso el sello de la ganadería blanca. Un tostón, un rollo, una pesadez. Así que es normal que el chaval esté a punto de pedir la cuenta. Qué cansinos.
 

La bien pagá; por Lucas Haurie
Higuaín está falto del cariño contante y sonante que los representantes de los futbolistas cuantifican en millones de euros.

El «Pipita» no se conforma con jugar en el equipo que más goles ha metido en la historia del fútbol español. Quiere que su entrenador le garantice un puesto de titular, los aficionados lo jaleen, las aficionadas le tiren, como a Jesulín, los sujetadores y los reporteros le tiendan una alfombra roja. Está falto de cariño; de ese cariño contante y sonante que los representantes cuantifican en millones de euros que reclaman a la hora de renegociar un contrato que está a varios años de su extinción. Es una táctica de probada eficacia, de acuerdo, pero también hay que ser un probado caradura para emplearla. Con lo sencillo que sería hablar un inequívoco lenguaje mercantil. La profesionalidad no es compatible con los besos al escudo.
Gonzalo Higuaín nació en Francia. Por interés profesional mantiene la nacionalidad francesa, para no ocupar plaza de extracomunitario, y por interés profesional juega para Argentina (lo que le faltaba era ser el suplente de Benzema también con los «bleus»). Por interés profesional, dejaría el equipo de su barrio para integrarse en las divisiones inferiores de River Plate y por interés profesional dejó el club porteño para venirse al Madrid. ¿Por qué no reconoce que en su interés profesional aceptará alguna de las ofertas que le han llegado o, por el contrario, forzar una mejora de su actual contrato? Pues porque los futbolistas habitan una realidad mágica y piensan que cuela su impostura de aparecer como seres tan emotivos que sólo los mueve el amor por un escudo. No hay que avergonzarse de la condición de mercenario.