Crisis en el PSM
En deuda
Anuncia Gallardón que se vuelve a presentar a la alcaldía de Madrid y lo hace en plenas fiestas de la Paloma, así como diciendo que lo que no le mata le hace más fuerte. Lo acepta, asegura, esto de repetir, animado por la fuerte competencia que le sugiere su contrincante en las listas socialistas, Jaime Lissavetzky. Los dos, objetivamente, son buenos candidatos. Y quisiera que se entendiera que cuando digo buenos candidatos no estoy afirmando que luego vayan a ser (o lo está siendo, en caso de Gallardón) buenos alcaldes. El secretario de Estado para el Deporte llega encumbrado por los añitos de nuestros deportistas y es la cara más fotografiada después de los laureados, así que Zapatero (que no da puntada sin hilo aunque parezca que últimamente ya no sea capaz de enhebrar) apuesta por un rostro conocido y al que el votante puede asociar una buena gestión de talentos.
Bien es verdad que Lissavetzky ha tenido el viento de cara y la suerte de coincidir con una maravillosa generación de deportistas que encima representan a España de la mejor manera posible y dando nuestro mejor perfil en el exterior, aunque eso no nos debería hacer olvidar la tibieza demostrada con respecto al ciclismo, que arrastra, aún hoy y desgraciadamente, una sombra peligrosa y que no acaba de desaparecer del todo. El caso de Gallardón es bien distinto. Al actual alcalde le hemos visto en varias ocasiones levantar la mano dando saltitos en cuanto huele a escaño, así que da la sensación de que el hombre está resignado a su destino, a la fuerza y porque no queda más remedio, visto ya y a las claras que en su propio partido o levanta ampollas o directamente sabañones.
La política local, ésa a la que se supone el compás más cercano al ciudadano y el acento más próximo al vecino, lleva años funcionando justamente al contrario, más preocupada de los empeños personales y cortoplacistas de nuestros gestores. En los ayuntamientos de toda España el diagnóstico es el mismo: deudas. Deudas millonarias que hipotecan a las corporaciones que están por venir y sobre todo a los vecinos, hartos ya de obras repetidas y proyectos sobredimensionados.
En el caso del Ayuntamiento de Madrid el endeudamiento es indecente. Y sobre el mismo debería reflexionar Gallardón. Si repite o no, si es reelegido o vencido por Lissavetzky ( obligado también a presentar un proyecto de austeridad y contención) Alberto Ruiz-Gallardón comienza a debernos algo de cordura. Su empeño en pasar a la historia empieza a resultar mareante y sobre todo, peligroso. Cuidadín.
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