Artistas

Yo Leonor por María José Navarro

La Razón
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Acabo de llamar a La India. «Que se ponga Arístegui, oiga», he dicho muy seria al propio que ha cogido el teléfono. «Que se ponga el embajador, que soy reinita». Yo tengo mucha confianza con Gustavo y me gusta mucho la boquita que pone para hablar francés y su pelo de color jabonero. Como siempre, me ha tocado solucionar el asunto de la estampida de elefantes que se produjo nada más aterrizar el abuelo. Dicen que los vieron salir pitando sobrecogidos a esconderse en la selva y que no han pegao ojo esas criaturas en los días que ha durado la visita. La verdad es que el abuelo es muy entretenido y cada vez que sale o entra monta un pollo que tiembla la sota de oros. Ains, qué hombre este. Ahora ha soltado que como fuera de casa en ningún sitio, porque dentro está el pueblo de un triste que dan ganas de hartarse de llorar. Se lo he dicho a mi madre: eso no es así del todo, que el tito Iñaki ya se encarga de que nos riamos un montón. Me ha puesto seguidamente un rato de cara a la pared y me ha amenazado con cortarme el pelo, que sabe que es por donde me puede chinchar y hacerme rabiar un montón. De pronto, se me ha venido a la mente Magdalena la sueca, esa que decían que gustaba al personal para casarse con mi padre, y he pensado que no me puedo quejar. Ha resultado morena, frescales, y con algunos rasgos parecidos a Peggy, la cerdita teleñeca, con lo que mi hermana pesaría ahora el doble. Te digo yo que aún me tengo que dar con un canto en los dientes de leche.