Sevilla

La izquierda saca pecho

La Razón
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Cerramos el fatídico 2011 con poco más de seis millones de parados, millón y medio de familias en el umbral de la pobreza más extrema y uno de cada dos jóvenes desempleados y sin posibilidad de independizarse, con residencia obligatoria en casa paterna al no disponer de ninguna otra salida y un futuro que, menos prometedor, amenazaba con mayor ruina a la que ya padecíamos. Dejábamos atrás siete años fallidos económicamente hablando, con un PSOE roto en mil pedazos y un claro vencedor en los dos últimas contiendas electorales: el PP, un partido preparado y con experiencia en sacar a España de los atolladeros en los que las políticas manirrotas la han instalado cuando ciertos dirigentes de la izquierda hablaban del dinero público como «el dinero sin dueño, un dinero que no es de nadie». Así nos va ahora, después de la gestión de esos expertos lumbreras, cuando no ha ido directamente a la cocaína, las casas de putas o la compra de patrimonio con los fondos reservados. Y entretanto, los silencios cómplices, por no decir directamente los compinches o colaboradores necesarios, dos figuras aún vigentes en nuestro Código Penal. Advertí entonces, a finales del pasado 2011, que si la izquierda callaba o colaboraba con ese estado cosas no era por otra razón que la de su propia contrapartida, el conocido «como está lo mío» que tuvo como protagonista en esa recta final de la quiebra de España al secretario de Organización del PSOE y ministro de Fomento, José Blanco. Digo que advertí entonces que nuestra silente izquierda reaccionaría pasado el 38 Congreso de Sevilla del PSOE, donde estaba prevista la elección del nuevo secretario general de los socialistas. He de reconocer que el posible triunfo de Carme Chacón era lo peor que le podía suceder al PP, pero lo mejor que podía pasarle a España, pero ha sido al revés. La victoria de Rubalcaba y los «rubalcabistas» es lo peor para el país y lo mejor que le podía pasar sólo a ellos, ni siquiera al PSOE en su conjunto que, siguiendo el mensaje de Pablo Iglesias («sólo acataremos la legalidad cuando convenga a nuestros intereses»), prepara su vuelta al monte y a las calles para romper, primero a España y luego al PP, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. Mis elogios a los sindicatos y a la izquierda en general por dejar hacer a los recién llegados con una mayoría aplastante -¡voluntad suprema del pueblo soberano!-, ha durado menos que un caramelo en la puerta de un colegio y les confieso que me hubiera gustado estar plenamente en el error, pero mucho me temo que no, que como les dije en el estertor del año 2011 no lo iban a hacer fácil del mismo modo que recurrirán a los «flash-mob», las redes sociales y la mentira si fuera necesario para que España arda de lado a lado. Ya dicen que los del PP se han cargado el Estatuto de los Trabajadores, que se han acabado todos los derechos laborables, que las leyes están siendo dictadas por los empresarios y les puedo asegurar que pedirán el regreso a la peseta como la única tabla para que España se salve. Para este domingo en Murcia y en el resto de España ya hay convocadas manifestaciones de protesta, que irán a más a medida que calienten el ambiente. Los autores de esta crisis convertida en recesión implacable necesitan fuelle para salir de su aislamiento más absoluto y los «rubalcabistas» y los sindicatos sólo lo saben hacer de una manera: ¿La adivinan? La única respuesta la tiene como siempre el pueblo, que es colocar a los alborotadores en el lugar que les corresponde.