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España es un país a la deriva que anda manga por hombro, sin nadie que dirija el timón. Se salva de la quema Rubalcaba «el controlador», que no puede con todos los incendios . Trató de apagar el de la familia Couso, pero con escaso éxito. El hermano del cámara asesinado presuntamente por soldados estadounidenses denunció ayer ante la Fiscalía al Gobierno, la Fiscalía y la Judicatura bajo la acusación de «concierto para delinquir». La base: los cables de la Embajada de EEUU filtrados por Wikileaks según los cuales estas instituciones maniobraron para que no prosperara la acusación. Y lo que más duele a la familia Couso es la hipocresía desplegada por el Ejecutivo Zapatero que mientras en público y en privado aseguraban querer aclarar la muerte, por detrás traicionaban esta idea con la connivencia de EEUU. Los aeropuertos siguen siendo un desastre en el que nadie da explicaciones de, por ejemplo, dos horas y media de retraso en un vuelo nacional. Porque el caos aeroportuario no se arregla jactándose ante los periodistas de tener «acojonados»(sic) a los controladores con la militarización y el decreto de Estado de Alarma. Tampoco se solventa la sensación de falta de dirección o proyecto sacando a pasear un asunto de nevera tan calamitoso como el dopaje de los atletas. Con semejante despliegue mediático se tapan otras chapuzas, pero se desmoraliza a la ciudadanía que casi sólo se enorgullece de los éxitos de sus deportistas y ahora, en cambio, duda incluso del éxito en el Mundial de fútbol.