Estados Unidos

Ciudadanos en acción

La Razón
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Se discute si en los países europeos o en España sería conveniente un movimiento parecido al del Tea Party en Estados Unidos. Hay que recordar que en España ya lo tuvimos, y fue el movimiento cívico surgido durante la primera Legislatura de Rodríguez Zapatero.
Hay muchas diferencias entre los dos movimientos, pero ambos responden a hechos parecidos. Uno de ellos es la percepción de que el Gobierno está llevando a cabo una política que vulnera aspectos fundamentales del consenso en el que se funda, en cada uno de los dos países, la democracia liberal: en Estados Unidos, la ampliación de las competencias del gobierno; en España, la negociación política con la ETA. (Hay más puntos de fricción, pero estos fueron los más relevantes). El otro hecho que desencadenó en su día el movimiento cívico español y ahora el Tea Party norteamericano es el de la debilidad del partido que debe articular la oposición a estas medidas. En nuestro país, el Partido Popular salió de las elecciones de 2004 desmoralizado y en crisis, y otro tanto, por razones distintas, le ocurrió al Partido Republicano en 2008.
Sin duda que el Tea Party ha conseguido un éxito importante en Estados Unidos. En contra de lo que se suele escuchar, le falta todavía un buen trecho para alcanzar todo lo que el movimiento ciudadano logró en nuestro país. Gracias a aquella movilización se detuvo la negociación con la ETA, encaminada a una rendición de la democracia liberal ante las pretensiones de los terroristas. Los norteamericanos, por su parte, todavía no han podido detener ninguna medida gubernamental, y está por ver si lo consiguen. Además, el movimiento cívico de nuestro país consiguió demostrar que aunque el Partido Popular pasara por un mal momento, existía una ciudadanía ante la que debía seguir respondiendo. Ni el Tea Party ni el movimiento cívico español crearon un nuevo partido: querían revitalizar los partidos tradicionales y lo consiguieron. Y así como el Tea Party ha cambiado el equilibrio de las fuerzas políticas, también el movimiento cívico español impidió que el PSOE lograra la mayoría absoluta que era más que posible que consiguiera en marzo de 2008, cuando todavía no había llegado la crisis económica.
Gracias, en parte, a aquellas elecciones, el Partido Popular recuperó seguridad y capacidad para volver a ser lo que tiene que ser, el gran partido de oposición del centro derecha español. Como es un partido popular y nacional, de amplio espectro ideológico, habrá elementos de discrepancia con quienes representa. Para eso están los ciudadanos y los grupos de presión, activos en España. Además, la política de Rodríguez Zapatero –y ahora de Rubalcaba– está siendo tan destructiva con los principios de la democracia española, tal y como los pactamos en la Transición, que siempre habrá puntos dolorosos de enfrentamiento, como ocurre con las víctimas del terrorismo y la negociación con los etarras. En cualquier caso, nada de todo eso lleva a la necesidad de reeditar un movimiento ciudadano como el que los españoles protagonizamos en su día.