Vitoria
Voluntaria sin creer en Dios
Con Madrid llenándose de entusiastas jóvenes de movimientos evangelizadores no está de más un aviso cariñoso: no agobiéis a Sole, que cada uno tiene su camino y su ritmo. No es que ella se queje, al contrario, está encantada con la experiencia de servir como voluntaria en la Jornada Mundial de la Juventud.
A ella no le mueve la fe en Dios, pero sí una convicción luminosa: «La gente necesita tener más optimismo, eso hace que muchos se esfuercen en mejorar como personas y que trabajen para mejorar el mundo». Y de eso trata la JMJ: de esperanza, optimismo, transformación y crecimiento.
«Me considero no creyente», explica. «Podría decir que soy agnóstica, pero no me gusta la palabra por sus resonancias en griego. No tengo evidencia suficiente para afirmar que hay Dios, pero tampoco para negarlo. No soy teísta, no afirmo tampoco un dios impersonal. Primero tendría que admitir la existencia de Dios, y luego que sea un Ser Personal», detalla.
«Mi madre y parte de mi familia son creyentes, pero mi padre no lo es. Fui bautizada, recibí catequesis e hice la Primera Comunión, pero no la Confirmación. Tengo buenos recuerdos de aquella catequesis, con un cura entrañable, y disfruté un día feliz en la fiesta de la Comunión, con amigos, unos payasos...», explica.
Con los años llegó a su postura espiritual actual. Por ahora. Citando a Tolkien, «el camino sigue y sigue», y más cuando se estudia filosofía, un bombardeo de lecturas y mentes de grandes pensadores.
El poder de la empatía
«Este curso, me ha llamado la atención Max Scheler y su tratado sobre la simpatía, sobre la empatía que los seres humanos sienten unos sobre otros. Mediante la empatía, podemos ponernos en el lugar del otro, y eso me gusta. Me parece fundamental compartir inquietudes».
¿Qué pensar entonces de esas personas sin empatía, los psicópatas que no son capaces de sentir compasión, como el asesino noruego que llenó portadas hace unas semanas? «Creo que hasta al más cuerdo y equilibrado le costaría empatizar con alguien así. Desde la visión cristiana, Dios, en su misericordia, perdonaría a un asesino carente de empatía... pero gente como ese hombre se me escapa, ese terrorismo tan absurdo, tan incomprensible... El hombre es un universo tan complicado de entender... ¡quizá por eso me encanta la antropología!».
De lo más bajo pasamos a lo más alto y le preguntamos qué piensa de Jesucristo. Y se asombra.
«Vaya, pues... ¡nunca me lo habían preguntado!», dice esta alumna de la muy católica Universidad de Navarra. Reflexiona un momento. «Hay que pensarlo mucho, y yo no lo he hecho aún. Pero no cabe duda de que ha influido en muchísimas personas en la historia. Él es relevante miles de años después, como vamos a ver incluso en estas jornadas esta semana».
Leyendo a filósofos serios, Sole no tiene tiempo para los «best-sellers» facilones del nuevo ateísmo grosero: los nombres de Hitchens, Dawkins y Onfray no le dicen nada. «No comparto las posturas radicales contra la Iglesia y la religión, ni esas actitudes violentas que a menudo expresan una falta de respeto. Es importante que las cosas se argumenten bien, con corrección.
La Iglesia ha cometido errores en su pasado, sin duda, pero es que está hecha de seres humanos, y todas las personas se equivocan. Pero también hay cosas admirables, hay gente como los misioneros, que se entregan por los demás. En general, nuestro mundo parece un lugar hostil, lleno de desconfianza y corrupción, y necesita más optimismo».
Y ahí es donde entra la Jornada Mundial de la Juventud. «Lo que más me impresiona de la JMJ es que tiene una magnitud enorme y que si sale adelante se debe, en un 80 por ciento, a los voluntarios. Pienso que los voluntarios –no sólo en la JMJ, sino en general– tienen una actitud ejemplar, un querer darse, la confianza en que aportan un bien a la sociedad. Es impresionante que un acontecimiento de este tamaño funcione gracias a tanta gente que lo da todo porque cree en el proyecto».
Sole no tiene ninguna dificultad para invitar a los jóvenes alejados de la Iglesia a participar en la JMJ. «No hace falta ser creyente para venir y vivir esta experiencia. Benedicto XVI dijo que invitaba tanto a los jóvenes creyentes como a los no creyentes. Es una oportunidad muy interesante, una ocasión en la que se juntan millones de jóvenes, con esperanza, una ocasión buena para ver puntos de vista muy distintos, con cientos de miles de personas que vienen de todas partes. El mundo está cambiado, hemos comprobado que había cosas que no funcionaban, cosas que deben cambiar, y de un encuentro así pueden surgir muchas buenas ideas». ¿Y los gruñones que se oponen a la JMJ?. «Hay algunos que se quieren oponer, pero todos tenemos derecho a nuestra fiesta. Además, el mensaje de Benedicto XVI es de esperanza, venga de donde venga».
¿Y qué va hacer Soledad cuando acabe esta vorágine de actividad? «Aún no he leído con tranquilidad nada de Benedicto XVI. Tengo pensado leer "Luz del mundo", su libro-entrevista», plantea.
No sólo para católicos
El cuartel militar de Araka, en Vitoria, acoge hasta el próximo lunes una de las actividades ecuménicas de la JMJ, al reunir a 400 jóvenes de 24 países ligados a Kairos, la rama juvenil de «Espada del Espíritu», un movimiento internacional de comunidades carismáticas católicas, ortodoxas y protestantes. Las jornadas se inauguraron este miércoles, con un festival de bienvenida e incluyen talleres, conferencias y encuentros de oración al estilo carismático: mucha música, alabanza, Biblia y alegría. «Espada del Espíritu» es una plataforma de comunidades fundada por Steve Clark, uno de los pioneros mundiales de la Renovación Carismática Católica, una corriente espiritual que agrupa a más de 20 millones de católicos. Los grupos de «Espada del Espíritu» buscan fomentar la fraternidad entre cristianos de distintas denominaciones.
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