Valencia

El enfrentamiento

La Razón
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En plenas fiestas de Santiago, y con mi amigo Ernesto Sáenz de Buruaga, compartí en Santander una agradable comida con viejos amigos, entre los que se hallaban algunos alcaldes. El de Santander, Iñigo de la Serna, con su pañuelo azul festivo anudado al cuello. El pañuelo de las fiestas de Santander es como la mar en sus días luminosos. Tuve la suerte de sentarme junto a Yolanda Barcina, alcaldesa de Pamplona, que es un modelo de la obsesiva igualdad que no encuentra el feminismo progre. Es igual de inteligente que guapa. E igual de valiente que guapa e inteligente. Estaba el alcalde de Valladolid, un tipo arrollador y pragmático, y mi viejo amigo Gabino de Lorenzo, el sempiterno alcalde de Oviedo, la bellísima Vetusta, que tanto ha mejorado durante sus años al frente de su Ayuntamiento. Me faltan los datos, pero no creo equivocarme si afirmo que entre Gabino de Lorenzo y Rita Barberá, la gran alcaldesa de Valencia, se disputa el trofeo de victorias democráticas contundentes con mayorías absolutas.

Gabino es un alcalde de los que pasean por las calles de Oviedo y se detiene cada cuatro metros para atender a los ciudadanos, partidarios o adversos. Es un político con ángel. Me gusta más el ángel que el carisma, que son primos hermanos. Pero algo noté en Gabino que era nuevo, desconocido para mí, que bien lo conozco desde décadas atrás. Su desafecto por Francisco Álvarez-Cascos, del que fue un auténtico amigo. Gabino de Lorenzo es de los que no se esconden ni disimulan. Con él no existe el miedo a su verdad. Y lo sentí muy distanciado del otro gran político liberal asturiano. Me entristecieron algunos de sus argumentos contra Álvarez-Cascos, muy resumidos en el ámbito local y la persistente e incomprensible –para los de fuera– rivalidad entre Oviedo y Gijón.

Gabino sacó adelante, no sin esfuerzo, su propuesta de conceder a Francisco Álvarez-Cascos la Medalla de Oro de la Ciudad de Oviedo. Una alta distinción merecida. Pero algo ha ocurrido entre uno y otro que no alcanzamos a comprender los que respetamos y admiramos al uno y al otro. Un choque de caracteres fuertes, con toda seguridad. Ni Gabino ni Paco saben callarse ni cruzar los ríos por los tramos fáciles. Se meten en la corriente, luchan, se mojan y salen. No puede ser la edad el motivo de la distancia, por cuanto Gabino es unos años mayor que Cascos. Y tampoco la vanidad y el egoísmo, cuando tanto está en juego en el Principado. Vaticinó Gabino una abstención de votos de los ovetenses dada la condición de gijonés del que fuera Vicepresidente y ministro de Fomento de los Gobiernos de Aznar. Un despropósito.

Si la riña local es tan agria como presume el alcalde de Oviedo, lo que hay que hacer en Asturias es dejar de votar y permitir que siempre gobiernen los socialistas. No puede ser tan tonta e irresponsable la derecha asturiana. De serlo, habría que tirar la toalla.

En Asturias se puede ganar a los socialistas siempre que quieran los asturianos. Estas peleas desprestigian. Urge un congreso. Mucho se juega Asturias para perderse en conflictos personales.