Carmen Gurruchaga
Mladic como moneda de cambio
El presunto genocida serbio Ratko Mladic comparecerá, el próximo viernes por primera vez ante el Tribunal Penal Internacional, a no ser que prevalezcan las estratagemas elaboradas sobre su mal estado de salud que han puesto en marcha sus abogados y familiares. El carnicero de Srebenica y de otras atrocidades cometidas durante la guerra de la antigua Yugoeslavia, que concluyó en 1995 con los acuerdos de Dayton, fue operado de un cáncer y tratado con quimioterapia en un hospital de su país durante los años en los que supuestamente era perseguido con ahínco para ser detenido. Además, según su mujer, también sufrió un ataque cerebral y alguna otra enfermedad que le ha quedado crónica. En caso de que fueran ciertos estos percances y la consecuente atención médica, quedaría claro que Mladic hacía una vida normal y que si las autoridades serbias no lo apresaron antes fue porque no les interesó hacerlo. En cambio, ahora sí se deciden a cogerlo y entregarlo para usarlo como moneda de cambio con el fin de acelerar la entrada de Serbia en la UE. Quince años después de aquella sangrienta guerra en la que murieron 100.000 personas y enfrentó a Serbia, Bosnia y Crocacia, la noticia de la detención y posterior extradición del criminal de guerra es una buena noticia, pero un poco tardía. Porque su libertad ha impedido la reconciliación de Serbia con sus vecinos bosnios, con quienes impera una paz aparente gracias a la presencia permanente de la "policía europea".
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