Europa

Bruselas

El «terremoto» finlandés

Tradicionalmente las elecciones en Finlandia despertaban escaso interés fuera de sus fronteras. Uno de los tres grandes partidos (conservadores, socialdemócratas y centristas) ganaba y pactaba con el resto de formaciones heterogéneas coaliciones para gobernar un país más conocido por Nokia, el primer fabricante mundial de teléfonos móviles, o su exitoso sistema educativo.

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Pero todo cambió radicalmente hace una semana, cuando el país nórdico se sumó a la ola populista que arrasa Europa al amparo de la crisis y el descontento del electorado con la clase política. La cita con las urnas dejó muchos perdedores y un solo ganador, el partido xenófobo y euroescéptico Verdaderos Finlandeses (VF), que quintuplicó su apoyo electoral. A una décima de los socialdemócratas y a menos de un punto y medio de los conservadores, los ultras finlandeses tienen la llave del próximo Gobierno.

¿Cuáles son las razones de este «tsunami» electoral? La respuesta hay que encontrarla en la agresiva compaña electoral llevada a cabo por el líder de VF, el eurodiputado Timo Soini, que con su labia y su lenguaje directo ha sabido seducir a muchos finlandeses que se consideran víctimas de la crisis económica y la globalización. Kari Huhta, corresponsal internacional del «Helsingin Sanomat», el principal diario del país, explica a LA RAZÓN que «ha sorprendido el apoyo de los extremistas en las grandes ciudades y el sur, la zona más próspera de Finlandia».

El primer caballo de batalla de Soini ha sido su antieuropeísmo. Su beligerante oposición al rescate financiero de Portugal recogía el sentir del 59% de la población, que no entiende por qué Finlandia tiene que pagar por los errores de los países del sur después de haberse esforzado en sanear sus cuentas públicas. Soini denuncia que «hemos sido demasiado blandos con Europa y eso debe cambiar». «Ya se ha visto que el paquete de ayudas a Grecia e Irlanda no ha funcionado. Ahora las cosas van a empezar a hacerse de otra manera en Europa»», advierte.

En el recuerdo de los finlandeses aún permanece fresca la fuerte recesión que sufrió el país durante los años noventa tras el colapso de la Unión Soviética, su principal socio comercial. Entonces, recuerdan muchos, cuando el paro llegó a alcanzar el 20%, nadie acudió en ayuda de la economía finlandesa, que tuvo que reinventarse para volver a crecer.

En cambio, ahora Helsinki ya ha socorrido a Islandia, Grecia e Irlanda y se dispone a contribuir con 1.400 millones de euros al rescate de Portugal. Como el resto de países nórdicos, Finlandia se encuentra polarizada entre partidarios y detractores de la UE. Hasta ahora, el europeísmo de los tres grandes partidos había favorecido las tesis europeístas, pero la crisis y las dificultades que atraviesa el euro están cambiando las tornas. Pese a todo, Huhta recuerda que «la mayoría de la población, el 80%, ha votado a favor de la integración europea».

Precisamente, la participación finlandesa en el fondo de rescate europeo será el hueso más duro de roer en las negociaciones para formar Gobierno. Jyrki Katainen, líder de los conservadores del Partido de la Coalición Nacional (vencedores de los comicios), ha tratado de tranquilizar a Bruselas reafirmando su compromiso con el euro. «Los problemas de Portugal suponen una amenaza para la economía de Europa y de Finlandia, y debemos resolverla», asegura Katainen, que apuesta por una coalición con socialdemócratas y populistas.

Como sus colegas de Austria, Holanda o Suecia, los populistas finlandeses enarbolaron el fantasma de la inmigración por el elevado coste para las arcas públicas. Este mensaje xenófobo contrasta con las estadísticas, que muestran que Finlandia sólo cuenta con un 4% de inmigrantes, muy por debajo de países vecinos como Dinamarca (8,8%), Suecia (13,8%) o Noruega (10,2%).

El tercer debate que la derecha populista ha puesto en primer plano es el bilingüismo del país, que estuvo bajo el domino de Suecia durante más de seis siglos. Los idiomas oficiales son el finés y el sueco, que habla el 6% de la población. Soini propone que el sueco deje de ser obligatorio en educación primaria, algo que es rechazado por el resto de partidos, pero comparte gran parte de la población. Pero no sólo su programa político crea dudas sobre si los Verdaderos Finlandeses serían unos socios de Gobierno fiables.

La propia naturaleza heterogénea del partido y la ausencia de un programa político definido presagian muchas discrepancias internas. Así lo comprobó el martes la televisión pública al enviar un cuestionario al grupo parlamentario. En sus respuestas los 39 diputados pusieron de manifiesto sus diferencias en energía nuclear, inmigración o política social. Tal vez, el partido de Soini pueda correr la misma suerte que su antecesor, el Partido Agrario, que tras cosechar éxitos electorales en los setenta y entrar en el Gobierno en los noventa, acabó desapareciendo en 1995 víctima de sus luchas internas.